Valentí Puig: “Las utopías siempre desembocan en algún infierno”

Valentí Puig: “Las utopías siempre desembocan en algún infierno”

La obra de Valentí Puig (Palma de Mallorca, 1949) tiene ya la riqueza y extensión de una biblioteca doméstica que, al igual que las viejas enciclopedias, se actualiza cada poco tiempo con un nuevo volumen. Su pensamiento se destila en los miles de páginas que ha publicado, en la práctica totalidad de la prensa española –hoy en el suplemento Crónica Global de El Español– y fue expresado orgánicamente en Moderantismo. Con motivo de la publicación de su último volumen de diarios “Dioses de época” (Ediciones Destino, 2021) desde Madrid Actual sondeamos sus reflexiones sobre los últimos acontecimientos internacionales.

Hace 24 meses vivíamos centrados en la situación de Cataluña y ahora, al final de una nueva oleada de COVID y con la guerra en Ucrania en el retrovisor, aquello parece un problema menor… Leído en marzo de 2022, “Dioses de época”, su último libro de diarios que recoge el periodo comprendido entre 1993 y 2006, parece la crónica de un tiempo que sucedió hace ya muchos años… 

Cierto es que cambiamos de decorados continuamente tal vez para olvidarnos de lo trágico, pero hechos como la guerra, el dolor, la violencia, las pandemias son algo constante en el mundo, a lo largo de siglos. Lo vemos: las épocas realmente estables y en paz son la excepción. La acción humana acabó con la esclavitud, urdió un sistema, aunque precario, para evitar el riesgo de guerra nuclear y la ciencia ha extirpado muchos males, pero el mal persiste.

El veterano columnista Thomas L. Friedman escribió en el New York Times: “Las ocho palabras más peligrosas del periodismo son: ‘El mundo nunca volverá a ser el mismo’. En más de cuatro décadas como periodista, rara vez me he atrevido a usar esa frase. Pero ahora, tras la invasión de Vladimir Putin a Ucrania, la utilizaré”. ¿Realmente estamos ante un giro de la historia? ¿Se vislumbra un mundo nuevo?

El mundo siempre será imperfecto y la experiencia histórica nos indica que hay que perfeccionar las instituciones, el bienestar, los instrumentos de la libertad y la búsqueda de la verdad pero que, a la vista de lo que –poco o mucho– sabemos es mejor subsanar imperfecciones que creer en un mundo perfecto, algo que se representa como utopía y, ya se sabe que las utopías siempre desembocan en algún infierno. No hay nuevos mundos sino el empeño de cambiar con prudencia lo que no sirve y no dejarse llevar por la mecánica de acción-reacción.  

En “Dioses de época” escribió con una clarividencia que hoy asusta: “Comprendí con más claridad que Putin estaba en el mundo para devolver el orgullo eslavo a la Gran Rusia y aumentar el gasto militar, no para adecuarse al orden mundial post muro de Berlín”. ¿Se podía intuir la situación actual? ¿Se puede adivinar una respuesta adecuada en los nuevos líderes, de Biden a Scholz?

Supongo que se trata de evitar una confrontación armada sin dejar a Ucrania en manos de Putin, embriagado por la idea de Eurasia. Ya dijo Paul Valéry que Europa es solo un apéndice de Asia. Por eso es importante que la UE se muestre fuerte y contundente, aunque eso es muy difícil sin estar dispuesto a replicar con las armas. Veamos las columnas blindadas de Putin camino del corazón de una Ucrania que puede quedar asolada y en la condición de Estado-marioneta. Pero por ahora la UE y la OTAN van dando respuesta y es muy importante que los países productores de petróleo hayan puesto millones de barriles de reserva en el mercado. Si Putin en realidad no pretende ocupar Ucrania la tentación sería llegar –como por su parte suele hacer la UE– a un “quid pro quo” que logre preservar a los ucranianos. ¿Una Ucrania neutral? Muy injusto cuando los ucranianos de forma explícita quieren estar en la OTAN y en la UE. Por otra parte, respondiendo a la pregunta, siempre estuvo ahí la posibilidad de que Putin intentase poner a Occidente en un gran aprieto. Para Rusia, es la vieja tensión entre eslavófilos y occidentalistas.  

Hace unos días escribía Madelaine Allbrigt: “en lugar de allanar el camino de Rusia hacia la grandeza, invadir Ucrania aseguraría la ignominia de Putin al dejar a su país diplomáticamente aislado, económicamente limitado y estratégicamente vulnerable frente a una alianza occidental más fuerte y unida”. ¿Realmente sigue siendo protagonista la “alianza occidental”? ¿Qué puede y que debe aportar esa alianza al mundo?

Mi impresión es que Putin tiene mucho que perder, aunque disponga de un arsenal nuclear apocalíptico y una osadía comparable a la de la cohorte de Stalin. Y, sobre todo, ahí está China. Su ventaja es que tiene mucha más paciencia, más perspicacia, y ya lo demostró metiendo mano en Hong Kong. Su objetivo es Taiwán. Su visión es mucho más completa que la de Putin, es la visión a largo plazo de un imperio, de una superpotencia económica y geopolítica. Dejará hacer a Putin o lo abandonará según le convenga.

En una entrevista usted dijo que “los intelectuales españoles, muy atentos a los tejidos y novedades de París, no captaron la tragedia de la guerra fría”. ¿Encuentra dirección en el comportamiento de Europa en las recientes crisis (sanitaria, económica, geopolítica)? ¿Falta músculo intelectual en la estrategia común? ¿Se puede ser moderado en un mundo en tensión? 

Es que a la Unión Europea, que es una fase de la turbulenta historia de Europa, le cuesta mucho la unanimidad, naturalmente. Hay que olvidarse de unos Estados Unidos de Europa o de una Europa federal. De lo que se trata es de establecer espacios transnacionales para que allí los Estados-nación mantengan acuerdos y sumen ese perfil de gran potencia-ancla que se necesita. Fue muy clara la intervención de Josep Borrell en el Europarlamento. En el mejor de los casos, a saber si los errores que pueda cometer Putin consolidan más los esfuerzos europeos.  

En “Dioses de época” señala algunos rumbos equivocados, pero siempre elude una visión catastrofista. Habla de errores, pero no de una decadencia, al menos en sentido global: ¿se puede ser optimista?

Si queremos ser políticamente adultos, y más en el escenario internacional, lo que se impone es el realismo. Nada está escrito para siempre. Pero es innegable que perdemos valores, que estamos entre una crisis intelectual y moral de Occidente. Somos sociedades inciertas y, en política internacional, pusilánimes. 

En clave nacional, usted ha vivido en muchas ciudades y conoce bien el carácter de los españoles. ¿Qué opina de la reacción ante esta guerra?

Me parece que la respuesta de la gente es emocionalmente pacifista, pero sin el realismo de la razón. Ya decía De Gaulle que los ejércitos no existen para dar el biberón. Aún así, ¿quién querría que su hijo alistado en el ejército –por profesional que sea– muera por Kiev? Es duro decirlo, pero se me hace muy difícil pensar que haya algún día un mundo sin guerra alguna. 

Maragall, Carlos Pujol, Pla y los Villalonga… ¿Prefiere volver a sus lecturas o buscar nuevas opciones? ¿Qué libro o libros tiene en la mesilla de noche? ¿tendremos pronto un nuevo libro suyo?

Con los años, mi preferencia es por los libros de siempre, el conocimiento de los clásicos greco-latinos, las grandes ideas y la historia –biografías, sobre todo– porque si de algo hay que aprender es del pasado. Eso me ha llevado ahora otra vez a “Guerra y paz” y en aquellas páginas está todo. La vida y también el empeño de la Gran Rusia, la Tercera Roma. No sé de otro escritor que haya comprendido tan bien la vida como Tolstoi. Estoy también con el libro póstumo de Marc Fumaroli. Y para mayo publico un libro de poemas. No hay que parar.

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