El último desfile de Sara Montiel colapsa la Gran Vía

El último desfile de Sara Montiel colapsa la Gran Vía

"En cuanto le vi yo me dije para mi, es mi hombre", al son de estos compases el coche fúnebre con los restos mortales Sara Montiel hacía su entrada en la plaza de Callao de Madrid, donde una pantalla de cien metros cuadrados proyectaba uno de sus grandes éxitos en el cine, "La violetera".

Cientos de personas se fueron haciendo un hueco, desde las 11 de la mañana, en los aledaños Callao y la Gran Vía, que permaneció cortada durante unos minutos como en las noches de sus grandes estrenos. Había admiradores de todas las edades, que vieron llegar y despedirse a una comitiva de once coches, en uno de los cuales viajaban sus hijos, Thais y Zeus.

Al grito de "¡Viva Sara!", "¡Ole Sara!" y "¡Guapa!" recibieron algunos de los congregados a la primera actriz que rompió las barreras nacionales para adentrarse en el anhelado Hollywood.

La casualidad ha querido que una alfombra roja decorara la escalera de acceso al cine Callao, digna del mejor estreno de la temporada por la que han desfilado sus restos.

Una fotografía de una bellísima Sara Montiel aparecía tras los cristales del coche que la trasladaba. Una instantánea perteneciente a uno de sus discos, elegida por su hija Thais, y sobre la que iban cayendo algunos claveles rojos mientras un grupo de señoras se arrancaba a cantar: "cómpreme usted este ramito, pa' lucirlo en el ojal".

Antonio Carreras y su esposa Pilar han sido vecinos de la protagonista de "Veracruz" en Campo de Criptana, él recordaba entre sonrisas que su tío tenía una tienda "y era muy amigo del padre de Sara. Su mejor día de ventas fue cuando ella le hizo una visita". Ambos rememoraban aún impresionados cuando la actriz apareció en el pueblo con un abrigo blanco de "piel". "Estaba impresionante".

Ascensión ha venido "expresamente" desde Móstoles hasta el centro de Madrid para rendirle homenaje a la actriz y recordaba cuando fue al cine con su marido a ver "El último cuplé". "Ha sido muy querida y no me importa pasar frío. Tenía que venir", decía.

"Era una mujer de una belleza increíble. Marcó una época", señalaban con embeleso Manuel y Eduardo, que más de una vez la vieron de "paseo", aunque coincidían en que debería haber sabido "retirarse" a tiempo para que el "mito" y su belleza permaneciera en nuestras retinas en todo su esplendor.

Rubén, Aitor y Joan, con sus veinte años, bajaban la medida de edad de la plaza. El primero de ellos calificaba a la intérprete de "Fumando espero" como una "actriz completa", a la que "admiraba" especialmente en su primera época, donde triunfó en Hollywood "sin saber inglés" y se indignaba al comprobar que en los quioscos las portadas las acapara el fallecimiento de "¡Margaret Thatcher!".

Alberto Fernández daba vueltas con una fotografía enmarcada en la que, como dos gotas de agua, aparece junto a Sara Montiel. Él, transformista, caracterizado como su "musa", tan exacto que resulta difícil distinguirles. Recordaba sus charlas con cariño y mostraba su malestar por el hecho de que no haya habido un velatorio público.

"Más de una vez, en tiempos de Franco ha pagado multas de homosexuales", ella era nuestra "musa" y, por esa razón, "debían habernos dejado pasar", se indignaba.
Claus mira con sorpresa a su alrededor, bicicleta en mano dejaba de pedalear para pararse frente a la pantalla, le sonaba vagamente la artista y hubo que explicarle la historia, pero se quedó enganchado a las imágenes de la película.

Caballeros y señoras, jóvenes y mayores, homosexuales y heterosexuales rendían así su último adiós a un mito, a una parte de la historia del cine.
Amó y fue amada y mientras aún resonaba: "Y le doy cuanto soy, lo que tengo se lo doy, a mi hombre", Sara volvía a cruzar la Gran Vía "como AVE precursora de primavera, en Madrid aparecen las violeteras".

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