Scorsese desata al lobo DiCaprio
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"Me llamo Jordan Belfort. El año en que cumplí los 26 gané 46 millones de dólares, y eso me cabreó porque sólo por 3 no llegué al millón a la semana...", así empieza 'El lobo de Wall Street', la nueva cinta de Martin Scorsese (Marty para los amigos). El director vuelve a Nueva York, la ciudad que le vio crecer, que le vio formarse como cineasta, y que sirvió de inspiración para 'Malas Calles', el largometraje que dio a conocer su talento y le abrió un mundo que ha explorado desde entonces dejándonos boquiabiertos.
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Que Scorsese lleva toda una vida acostumbrado a hacer cintas memorables es algo tan evidente que caemos en el riesgo de juzgar todas sus películas como verdaderos prodigios antes incluso de su visionado. El director nos ha malacostumbrado a base de auténticas maravillas, por lo que enfrentarse a una nueva cinta suya puede entrañar dos riesgos: presuponer que ha hecho una vez más una gran película y no valorarla de forma objetiva, o quedar decepcionado por una buena cinta pero insuficiente debido a nuestra exigencia hacia él. Pero, si por algo ha estado marcada la vida de Scorsese es por la exigencia, que notó especialmente tras 'Taxi Driver', en la época de su breve ocaso. Sin embargo, el director neoyorkino no se arruga –y menos a estas alturas de su trayectoria- y de nuevo firma con autoría no delirante una magnífica película.
El sueño americano es libre de interpretaciones, y Marty, precisamente más liberado que nunca, presenta la historia real de un personaje que avergonzó al propio DiCaprio al leer sobre sus fechorías, el broker Jordan Belfort. Pero algo debió de ver el actor californiano en este personaje para pujar tan alto contra Brad Pitt por los derechos de adaptación del libro. Quería a toda costa interpretar al lobo, y sabía quién era el director ideal para llevar esta historia a la gran pantalla (ya había trabajado cuatro veces con él). Es en este quinto trabajo cuando vemos a Scorsese en su máximo exponente, con la libertad creativa que siempre ha reclamado y en la que establece un marco que permite lucirse a DiCaprio. Fueron necesarios 100 millones de dólares –con la dificultad que entraña conseguir este presupuesto- para que Marty representase la surrealista historia de Jordan Belfort y su séquito de alocados brokers.
El director cuenta con varios dones en su haber, y aunque es cierto que los explota más o menos según la película, en 'El lobo de Wall Street' los lleva al extremo tan solo como en contados trabajos ha hecho. Respeta un esquema que aprecio en sus mejores películas: una introducción brillante, un hilo conductor lo bastante interesante como para no cuestionarse la bendita locura del maestro en tres horas (en este caso DiCaprio y su narración), y un desenlace que ajusticia –a su manera- la desatada ambición que ha exhibido el protagonista.
Si en algo destaca el último trabajo de Scorsese es en los excesos, en la sucesión de cocaína, pastillas, prostitutas y dinero, mucho dinero. Y, a riesgo de que los excesos parezcan fáciles de representar, me viene a la mente una comparación con el último filme de Baz Luhrmann, 'El gran Gatsby', también protagonizada por DiCaprio. En el marco del exceso de dinero y poder, todo lo que resulta sórdido y cargante en la cinta de Luhrmann es en 'El lobo de Wall Street' un ejercicio de armonía en medio del caos, la locura y su atronadora composición divierten, cosa que sucede completamente al revés en 'El gran Gatsby'.
Especialmente destacadas son las interpretaciones de DiCaprio, recientemente galardonado con el Globo de Oro al mejor actor de comedia, y Jonah Hill, del cual fascina comprobar su evolución desde 'Supersalidos' ('Moneyball' marcó un antes y un después en su carrera). Juntos, los dos actores protagonizan escenas disparatadas que provocan las carcajadas de un espectador que asiste a un espectáculo de lo más extravagante. Además, la bella Margot Robbie carga con el papel de nueva musa de Marty, y McConaughey añade una cinta más a su filmografía con una breve pero divertida aparición de menos de diez minutos.
Si algo es el cine (aparte de cultura) es entretenimiento, y Scorsese presenta una película de tres horas que nos mantiene pegados a la butaca gracias a unos personajes cuyo antiheroísmo engancha enormemente en su búsqueda del sueño americano.
Marty, enhorabuena, sigues hecho un chaval.
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