The Wolf of Wall Street

The Wolf of Wall Street

La estrategia de este lobo alfa sería no dejar ni rastro de sus devaneos. En la manada estarían de acuerdo, una cacería limpia buscando nuevas víctimas desprevenidas. Pero no será fácil.

Como un círculo vicioso en el que los depredadores o triunfadores, son los desgraciados a la larga. Cuando llegan los tiempos de carencias, los lobos se convierten en tiburones y se devoran los unos a los otros. Los escualos de las finanzas. Pero, el verdadero lobo primigenio está a la sombra de todo. Con sus ojos enrojecidos por la rabia, escribe o dirige para abrir los pensamientos de los demás. Su mano derecha como un Soprano y su mano izquierda como novelista, mientras el embiste y reflexiona como un toro salvaje ante la cacería.

El otro gran Lobo, no rival, más bien hermano de sangre (ambos comparten su ascendencia italiana que no mafiosa, aunque lo pareciera por sus trabajos) tiene su particular carácter. Posee en su nombre la fortaleza del león. Llevará a la manada al triunfo, con su fino y rayado olfato, de fiesta en fiesta, globo por globo, oro sobre oro. Es un león con piel de cordero, interpretando con pasión, la carne y la codicia como un gran actor. Protector y exhibicionista, otros caninos con sexo consumido... desde la colina, Jonah se ríe. Bajarán carcajadas e histrionismo, los dientes y las garras de las hienas en busca de la carroña. Moviendo sus rabos al unísono… buscando nuevos clientes a los que hincar el diente. Depredadores del exceso y de los números, convirtiendo a los tiburones en peces payaso. El status social del individuo como premio no es el dinero, es la diversión sin medida, hienas copulando y marcando su territorio fuera de la ley. ¡Qué no es tonta! El reino del exceso es la patria de los parias. La cámara lo demuestra sobrevolando las oficinas del teléfono de la esperanza, con engaños. Todos los cánidos reunidos por la batuta del alfa, Scorsese muestra pero no juzga, en apariencia. Lo dice… y bien que hace, no mojarse pues muchos tiburones avizores intentarían ponerse en la cúspide de la depredación.

Los lobos (como los tiburones) cubren sus necesidades básicas, pero haciendo gala de sus aptitudes y su magnífica estampa. Los instintos del cromosoma, conseguir la presa con el engaño y las artes del acecho, la obscenidad del banquete, diversificación de objetivos. Este documental sobre la naturaleza (humana) es un escaparate en la calle Wall, largo e intenso. Un orgasmo de sensaciones y crudas imágenes de caza y divertida reproducción. Tres horas de algunos para indignarse, otros girados y balbuceando por el escándalo. Ese era el gran premio a los 71, estar en plena forma. Aquí algunos se relamerán con la sangre, otros babearán con la lujuria, algunos disfrutarán con el cine. Yo felicito a DiCaprio y Scorsese.

Risas con mala baba atravesando las estepas financieras, cuando la piel del canis lupus se disfraza con carcajadas de hiena. Descontroladas o hacia adentro, quemando en las entrañas como una droga mal digerida. Asfixiante. A veces esa ansiedad te destroza. Tanto poder, mujeres y vicio, rock & roll, te pasa factura en el tiempo. Para los tiburones la soledad del oscuro océano, para los lobos, la amistad y los premios. Yo soy más amante de los felinos que no lobo. Subo a mi árbol y espero a la noche. Escuchando su gran banda sonora con nocturnidad. Contemplo las apuestas arriesgadas, de la experiencia. La gran talla del lobo aullador, y su manejo de los tiempos del ataque y la defensa. El juicio externo, sumarísimo, sobre las manadas. ¿Tú como lo venderías? Creando la necesidad… si no tienes ganas de verla, no entenderás al gran Lobo. Es tu decisión… escribir, ver u opinar.

**** Muy Buena *****

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