Fernando Rueda: pasión al servicio del periodismo

Fernando Rueda: pasión al servicio del periodismo

En medio de su apretada agenda y, de hecho, a dos horas de un viaje, Fernando Rueda (Madrid, 1960) nos abre las puertas de su casa −telemáticamente− para conversar sobre su última novela, “Al servicio de su majestad” (La esfera de los libros, 2021), aunque especialmente para indagar en la faceta que le ha llevado hasta la redacción del libro: el periodismo de investigación. 

Profesor en la Universidad Villanueva, escritor y comunicador, Rueda ofrece un perfil completísimo que ahora materializa tanto en la institución universitaria como en “La Rosa de los vientos” −programa radiofónico de “Onda Cero”− y en “Tiempo” −semanario del que es colaborador−. No obstante, su trayectoria le ha llevado hasta la subdirección de la revista “Interviú” (también de “Tiempo”) y la participación en programas tales como “Protagonistas”, “Madrid Despierta de TeleMadrid” y “Milenio 4”. 

Prensa, televisión, medios digitales y radio: todo esto comprende el currículum del entrevistado. Su increíble carrera es una premonición de su extenso saber, que lleva plasmando y ampliando en forma de libros desde hace casi treinta años. Su primera publicación llegaba de manos de “La Casa” (1993) y la última es la novela que nombrábamos, “Al servicio de su majestad” (2021).

A pesar de su polifacética predisposición, su especialidad siempre ha estado marcada por el periodismo de investigación. No en vano es considerado el mayor experto español en espionaje y su primera novela, pionera en el tema −solo a modo de prueba, cabe destacar que la publicación contó con el mayor número de ventas de un libro de no ficción−. Su trayectoria habla de él, lo que le aporta un nombre dentro de la profesión. Uno de los aciertos que lo posicionan como un periodista de calidad es la objetividad de su trabajo.

“Yo no me desprendo en ningún momento de mi ideología: yo soy lo que soy, tengo mis ideas e intento que la gente no las sepa. Lo que yo hago cuando escribo, cuando hago periodismo, es contar única y exclusivamente algo: no trato de hacer juicios” sentencia Rueda. La manera en la que concibe el periodismo está marcada por un patrón que valida lo escrito: “busco la información, contrasto la información, amplío la documentación y documento la información”, de modo que sus textos cuentan con la clarividencia de la realidad, en ningún momento de su propia opinión. Tanto es así que el escritor nos revela que, depende de la época, lo han tachado de pertenecer a una u otra ideología. “Antisocialista, antidemocrático, republicano o monárquico”: ese es el gran éxito para él, “los periodistas siempre deberían estar frente al poder”.

Fernando Rueda tiene claro que es bajo esta última premisa la que debe funcionar la labor del comunicador. Sin embargo, al preguntarle por cómo ve el oficio de cara al futuro, duda en que esté tan asumido. “Me preocupa que no se separen las ideas propias de la información. Ya desde hace años tienden a juntarse y a veces no se diferencia la publicidad de las noticias y la opinión de la información”. Insiste en que el periodismo solo tiene una vía para triunfar: sobreponerse al poder, “sea cual sea el poder”. “Si el periodismo se une con los gobiernos o si el periodismo depende del gobierno, entonces el futuro será muy complicado” y así lo transmite a sus alumnos en la Universidad Villanueva. Antes incluso de formular la pregunta, el autor responde que, además, lo más importante que puede aportar un profesor a sus alumnos es pasión por la que considera “la mejor profesión”.

Esta misma pasión se desprende de su voz y verifica que es una razón de peso para mantenerse activo. Y así deben intuirlo también los medios. ¿Cuál es el secreto para que, después de tantos años en el oficio, le sigan cogiendo el teléfono? “La clave es que el periodista no puede estar en su casa; debe cuidar sus fuentes, intimar y compartir con ellas, no solo llamar para una información concreta”. Confiesa que, de hecho, ha creado relaciones de amistad con muchas de ellas. 

Al trato humano se une la presencia y el reconocimiento, con el que Rueda cuenta indudablemente. Las editoriales confían en él para enviarle las últimas entregas relativas al espionaje, de manera que pueda comentarlas en “La rosa de los vientos”. En este punto, me intriga conocer si coincide su especialidad con lo que a él, de hecho, le gusta leer. “Yo soy una persona que se mete en este mundo de los espías por casualidad, pero también porque le gusta (…) sigo viendo series de espías y leyendo libros de espías” y, aunque su trabajo le lleve a documentarse sobre hechos concretos, no es menos cierto que su afición le antecede. 

En el caso de “Al servicio de su majestad”, el comunicador debió estudiar las relaciones del Rey con el servicio secreto, las cuales define aludiendo al propio título. Durante los años que Juan Carlos I fue Jefe de Estado, “el servicio secreto estaba al servicio de su majestad”. La interacción entre ambos funcionaba de manera que los primeros informaban al segundo, pero “también lo protegían cuando metía la pata. Esto ha sido muy importante para la monarquía con el tema del dinero, las relaciones con mujeres, los problemas de la seguridad del estado y las amistades”. Es decir, una de las funciones del servicio secreto es cuidar al monarca incluso de sí mismo, legalidad aparte.

Tal y como explica Fernando Rueda, “si estas funciones fuesen básicamente legales, las haría la policía y la guardia civil, que dependen directamente del gobierno”. Nos traslada para entenderlo a la presidencia de Felipe González y a la formación de los GAL. “El Gobierno decidió hacer un grupo como los GAL; el servicio secreto, por su parte, protegía y cuidaba a la Corona porque ese es su trabajo, sea legal o sea ilegal. Ellos lo protegen y ellos lo protegieron e, incluso, participaron porque el Gobierno se lo pidió”. El periodista afirma que los servicios secretos no solo se ocupan de la protección del propio rey, sino que su labor es atender a su vez al Estado. “El libro va sobre el rey porque es su relación más desconocida”; sin embargo, los servicios secretos cuidan “a todos y cada uno de los presidentes del gobierno haciendo lo que consideran oportuno para protegerles”.

Al preguntarle, Rueda considera que el cambio que ha experimentado esta labor en los últimos años es únicamente uno: el Rey. “El servicio secreto depende de quién sea el que lo mande y, a partir de ahí, implica variación”. Frente a un Jefe de Estado actualmente tranquilo y que vigila sus amistades, tenemos a Juan Carlos I, un monarca cuyo reinado ha estado marcado por los problemas con el dinero, la seguridad del estado y las relaciones inapropiadas. Precisamente una de estas es a la que el escritor alude para definir el momento más crítico que han vivido el Rey y los servicios secretos. “Yo solo recuerdo uno, tremendo: fue con Corinna”. El autor nos relata el episodio ocurrido en 2004. Juan Carlos I pidió ayuda al entonces director de los servicios secretos, Alberto Saiz, para que ayudara a una amiga con unos negocios en España. “Esa amiga era Corinna Larsen”. La recomendación de Saiz pasó inadvertida y el monarca “a partir de ese momento no volvió a hablar con él y siguió en secreto su relación con Corinna. Si hubiera hecho caso a Alberto Saiz, probablemente hoy, 18 años después, seguiría siendo rey de España”. Todos sabemos cuál fue el desenlace. 

La capacidad relatora de Fernando Rueda y su documentación exhaustiva se desprenden conforme explica la anécdota, aunque es cierto que se intuye en cada una de sus intervenciones. A pesar de los casi 30 años que lleva escribiendo, hay una tónica inconfundible en su quehacer: la pasión que enseña sigue intacta.

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