¡A las trincheras, que vienen los antiabortistas!

¡A las trincheras, que vienen los antiabortistas!

Hoy nos despertamos con una avalancha de titulares incendiarios sobre la Cumbre Transatlántica Antiabortista celebrada en el Senado. Lo curioso no es solo el debate que este evento suscita, sino cómo los medios de cierta “progresía ilustrada” han decidido abordarla. En un admirable ejercicio de su habitual pluralidad y tolerancia, muchos no han dudado en despacharse a gusto con etiquetas y descalificaciones. Pasemos revista, que hay tela que cortar.

“El rechazo al aborto junta en el Senado a los grupos ultras con parte de la derecha tradicional”. Así titula El País. Resulta que ahora defender ciertas posturas –que, por cierto, son legales y democráticas– te convierte en “ultra”. Es curioso, porque el término se utiliza con una generosidad digna de mejores causas. ¿Qué será lo próximo? ¿Que llevar calcetines blancos sea de fachas? Y ni una mención, claro, a cómo el PSOE, con toda su astucia parlamentaria, votó que esta Cumbre se celebrara en el Senado. A otro perro con ese hueso.

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Público va más allá: “La cumbre antiabortista llega al Senado en plena escalada reaccionaria mundial: un atentado contra los derechos humanos”. En su escalada retórica, han pasado de describir un encuentro a sugerir que los asistentes son algo así como los malos de una película de James Bond. Claro, porque todo lo que no se ajuste a su catecismo ideológico debe ser, por fuerza, una amenaza al mundo libre. Que alguien les pase un vasito de agua, por favor, para que se tomen la pastilla.

En La Sexta, optan por el drama habitual: “La internacional ultra desembarca en el Senado para clamar contra el aborto”. ¿La internacional ultra? Suena a club secreto donde todos llevan capa y planean dominar el mundo. El truco está en usar estas expresiones que asustan mucho pero no significan nada. Eso sí, lo de reconocer que los participantes tienen derecho a expresarse... mejor lo dejamos para otro día.

RTVE mantiene su aire de institucionalidad, pero no se queda atrás: “El Senado acoge la Cumbre Transatlántica contra el aborto en medio de críticas”. Sutil pero efectivo: destacar las críticas como si fueran unánimes y universales es otra forma de manipular sin mancharse demasiado. Que haya voces a favor no parece tan relevante. Por cierto, lo de "críticas" suena más suave que "pataletas rojillas", pero al final es lo mismo.

Newtral lo convierte en un ejercicio de fact-checking ideológico: “Cumbre antiabortista en el Senado: desinformación y críticas”. ¿Desinformación? Quizás deberían mirarse al espejo antes de lanzar acusaciones. Este medio, que se proclama guardián de la verdad, parece olvidar que un debate no se “verifica”, se argumenta. Pero claro, cuando no tienes argumentos, mejor etiquetar.

Y finalmente, la Cadena Ser, siempre tan ponderada: “El Senado acoge una cumbre antiabortista pese a las críticas del Gobierno y sus socios”. Un titular que busca resaltar el desacuerdo de “los buenos”, el Gobierno y sus aliados, como si su crítica fuera motivo suficiente para invalidar la cumbre. O sea, según esta lógica, que algo no le guste al Gobierno ya es razón para censurarlo. Libertad de expresión en estado puro.

En conjunto, el tratamiento mediático de la izquierda pijoprogre rezuma parcialidad, etiquetas maniqueas y poco interés en el fondo del debate. La táctica es clara: reducir a caricaturas a quienes piensan distinto, convertirlos en enemigos de la modernidad y, de paso, distraer del hecho de que el Senado, con todos sus procedimientos democráticos y con el voto del PSOE, aprobó acoger esta cumbre. Como diría alguno: ajo y agua.

Lo que realmente molesta no es la cumbre en sí, sino la existencia de una sociedad plural donde coexisten distintas posturas. Para algunos medios, el debate solo es válido si ya está decidido de antemano a su favor. Esa es la “libertad de expresión” que defienden: una donde las voces discordantes son reducidas al silencio, o, en su defecto, a “ultras”. Y aquí es donde entra la verdadera guasa del asunto: los rojillos enfurruñados –que tanto claman por la pluralidad– son los primeros en intentar silenciarla cuando se sale de su guión.

De paso, conviene recordar cómo los mismos que ahora arremeten contra la cumbre no tienen reparo en etiquetar a los demás, mientras se indignan si alguien osa devolverles el favor. Son grupos que se presentan como adalides de una sociedad avanzada, pero no toleran que alguien piense diferente. ¿Qué sería de nuestra democracia sin ellos, los grandes valedores del pluralismo? Pues un lugar donde sólo ellos tienen la razón. ¡Que sigan con su bilis! Eso significa que hay debate. Y mientras tanto, que disfruten del Senado, ese mismo que tanto les sirve cuando las iniciativas les son afines. ¡Menuda risa!

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