Trump se cuela, pero poco, en el Parlamento español
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Algunos periódicos, no solo europeos, han llegado a titular este domingo, cuándo se cumplían veinte días del mandato de Trump, con frases similares a esta: "Trump hace temblar el sistema".
Se ha colado por todas las rendijas, y en todas ellas ha infundido al menos el temblor ante lo desconocido y descontrolado: sí, se ha colado en las páginas de los periódicos, en los despachos de las grandes empresas, en las convenciones de la ultraderecha europea y en los premios Goya, donde Ricard Gere le ha llamado "matón". Ahora, el presidente norteamericano llega, como ocurre esta semana en las Cortes españolas, a los parlamentos. Aunque, en mi opinión, de manera insuficiente.
A mí al menos no me basta con que en la sesión de control parlamentario, con la que se inaugura el miércoles en este 2025 esta modalidad cada vez más banal e intrascendente de debatir en el Legislativo, la diputada de Podemos Ione Belarra pregunte a la vicepresidenta Montero sobre la "deriva fascista" de Trump y qué piensa en Ejecutivo hacer al respecto; ni me parece suficiente que Gabriel Rufián, el portavoz de Esquerra, pregunte cómo afronta el Gobierno esta "ola reaccionaria". Ni que, en el otro extremo, Santiago Abascal inquiera al Presidente del Gobierno por las relaciones con los "socios internacionales naturales", que son, claro, los Estados Unidos de Trump, que el líder de VOX venera. Y, por cierto, menos aún me satisface que el PP siga eludiendo como puede el tema que conmociona a todas las cancillerías, a todas las redacciones, a los ciudadanos más conscientes: ¿qué nos depara la 'era Trump'?.
Yo pienso que, si de verdad esta 'era Trump' es capaz de hacer temblar el sistema, las Bolsas, el comercio y las relaciones diplomáticas mundiales, es en los Parlamentos, por encima de otros foros, donde ha de discutirse acerca de lo que se puede y debe hacer. Las Cortes españolas son, aunque a veces se olvide, el arquitrabe de nuestra democracia, mucho más que el Ejecutivo o incluso que los propios jueces. O que los medios de comunicación, claro. No puede ser que, al amparo de un calendario legislativo demasiado perezoso y de una concepción de lo que ha de ser el poder Legislativo cuando menos acaparadora por parte del Ejecutivo, el Congreso y el Senado, enfrentados a muerte, se dediquen a mirarse los respectivos ombligos, olvidando los ombligos colectivos. O dediquen el debate estelar de esta semana a la menopausia, palabra de honor.
Cuando vemos que, parafraseando el titular del famoso libro de John Reed, en veinte días ha cambiado bruscamente el mundo, y aún no se ha justificado una convocatoria parlamentaria extraordinaria, ¿qué es entonces lo que justificaría una tal convocatoria? ¿Acaso no merece la pena debatir, involucrando en ello a todas las fuerzas parlamentarias, sobre una acción que, dentro de la Unión Europea --de 'esta' UE, no de la que quieren los de Patriot--, unifique las iniciativas frente a lo que nos pueda venir de la Administración republicana estadounidense?¿Hay algún momento que merezca más esa cantada, pero jamás concretada, unidad de acción en la política exterior entre los grandes partidos nacionales?
No sé qué saldrá del rifirrafe de la sesión del miércoles de control parlamentario al Gobierno en la Cámara Baja; nada, como siempre, probablemente. Acusaciones mutuas entre la izquierda y la derecha, con beneficio para los más extremistas, que son, ya digo, antieuropeístas, al menos tal y como está ahora Europa. Mecanismos como el debate sobre el estado de la nación, que sirven para concienciar a la opinión pública y a la débil sociedad civil, no se emplean con la suficiente celeridad, o se hace tarde y mal, en nuestra pachucha actividad parlamentaria. Algún día pagaremos, en criptomonedas democráticas, también eso. Y mientras, Trump hace temblar el sistema, como dicen los titulares. Pues eso: temblemos después de haber reído, como decía una sección en aquella revista de humor, La Codorniz, ay, tan olvidada.
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