De Washington a Madrid: el veto que incomoda al negocio arcoíris

De Washington a Madrid: el veto que incomoda al negocio arcoíris

Empresas españolas que trabajan con la embajada de EE.UU. han recibido un requerimiento para certificar que no aplican políticas de diversidad e inclusión contrarias a la legislación estadounidense. La medida, derivada de órdenes ejecutivas de Donald Trump, busca frenar las políticas DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión), y ha generado tensión con la normativa europea, que obliga a las empresas a planes de igualdad y formación LGTBI. Las compañías afectadas analizan cómo cumplir con ambos marcos legales sin arriesgar contratos ni vulnerar la normativa española.

Este escenario pone en el punto de mira a aquellas empresas que, en los últimos años, han hecho del apoyo explícito al lobby LGTBI su bandera. Compañías como Iberdrola, Cepsa -ahora Moeve-, Deloitte, Levi's, Nike, Calvin Klein o Adidas no han dudado en vestir sus logos de arcoíris y proclamar su compromiso con la agenda woke en cada mes de junio. Sin embargo, la gran pregunta es inevitable: ¿Están estas empresas preparadas para afrontar este cambio de paradigma? ¿Qué hará Cepsa si, por sus campañas inclusivas, se le cierra la puerta en los contratos con EE.UU.? ¿Seguirá Iberdrola exigiendo a sus empleados que firmen con pronombres neutros si eso implica quedarse fuera de proyectos millonarios? ¿Continuará Deloitte con sus políticas de diversidad si ello compromete sus relaciones con Washington? O, más probable aún, aplicarán los principios de Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros".

Porque lo cierto es que esta agenda progre se ha convertido en el gran negocio de las multinacionales: marketing disfrazado de virtud. No hay convicciones reales, hay dividendos. Mientras ser woke venda más gasolina o atraiga clientes en el mercado español, se adorna el logo con arcoíris. Pero si desde Washington empiezan a vetar a las empresas que adoctrinan, rápidamente se borrará el esmalte multicolor y se recuperará el verde corporativo de toda la vida. Porque la verdadera bandera de estas compañías no es la del orgullo ni la de la inclusión; es la del dinero.

Estados Unidos está demostrando que el supuesto progreso no es irremediable. Que no existe una autopista obligatoria hacia el feminismo radical y la disolución de la familia. Las sociedades que recuerdan que hombre y mujer no son construcciones sociales, sino realidades naturales queridas por Dios o simplemente por la propia naturaleza, todavía pueden plantarse y decir: "Hasta aquí hemos llegado". La historia no tiene un solo sentido; lo que hoy se llama avance puede ser retroceso hacia el caos moral.

Así pues, que nadie se engañe. Los que se envuelven hoy en banderas arcoíris son los mismos que mañana se envolverán en la bandera que les asegure beneficios. Y los católicos debemos recordar que la defensa de la mujer no exige negar la diferencia entre hombre y mujer, ni destruir la familia natural. Estados Unidos está empezando a entenderlo y actuar en consecuencia. ¿Cuándo lo entenderemos los demás?

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