Manipulación en el Sínodo de la Sinodalidad: la influencia de los lobbies en la Iglesia

En el marco del Sínodo de la Sinodalidad, se están desarrollando una serie de eventos que, lejos de representar una auténtica escucha al pueblo de Dios, parecen formar parte de un esfuerzo coordinado por grupos con agendas específicas que buscan influir en el proceso. Un claro ejemplo de esta estrategia es el evento sobre la ordenación de mujeres, promovido por la red AmerIndia, un colectivo de católicos progresistas de América Latina. Este acto, celebrado el 15 de octubre, se centró en mujeres que aseguran estar llamadas al ministerio sacramental, algo que la Iglesia ha declarado imposible.
Como señala Jonathan Liedl en su análisis para National Catholic Register, este tipo de iniciativas no actúan de forma aislada, sino que están cuidadosamente coordinadas para amplificar una agenda progresista, que luego es recogida por medios afines que se encargan de presentar estos temas como dominantes en el Sínodo. Sin embargo, la realidad es que estas demandas, como la ordenación de mujeres o la inclusión de la agenda LGBTQ, son promovidas por una minoría de católicos, en su mayoría del mundo occidental.
El 8 de octubre, otro evento, liderado por James Martin S.J., conocido defensor de los derechos LGBTQ en la Iglesia, ofreció una plataforma a personas que se identifican con esta comunidad para pedir una mayor inclusión. Entre ellos, un hombre casado civilmente con otro hombre afirmó que los católicos deben "permitir que el amor se exprese". Estos eventos, aunque cerrados a la prensa, son luego amplificados por medios progresistas como el National Catholic Reporter y, según Liedl, hacen uso de tácticas de presión para dar la impresión de que sus causas son ampliamente apoyadas dentro del Sínodo.
Te puede interesar
Lo preocupante es que estos grupos de intereses especiales están logrando, a través de estrategias de lobby, generar una percepción pública de que sus causas son prioridad, cuando en realidad representan solo a una pequeña fracción de la Iglesia. Tal es el caso de los lobbies LGBTQ o de los defensores de la ordenación de mujeres, que utilizan discursos coordinados en el propio Sínodo para aumentar la presión sobre temas específicos. Como informa Katholisch, se está utilizando el número de intervenciones sobre ciertos temas para sugerir una falsa sensación de urgencia.
Liedl destaca que este tipo de activismo es especialmente problemático en un evento que debería centrarse en la sinodalidad, es decir, en la auténtica escucha y participación de los fieles. La presencia de estos grupos rompe el ciclo de consulta y retroalimentación que se esperaba del proceso sinodal, convirtiendo el Sínodo en un espacio más cercano al activismo político que a un verdadero discernimiento eclesial. Como consecuencia, temas realmente importantes para la mayoría de los católicos están siendo silenciados por estas voces más organizadas. Un ejemplo de ello fue un discurso reciente sobre la iniciación cristiana de los jóvenes, que recibió la mayor ovación en la sala sinodal pero que apenas fue mencionado en los medios.
Finalmente, Jonathan Liedl advierte en su artículo que el liderazgo del Sínodo debe afrontar la compleja tarea de discernir si estos intentos de manipulación están distorsionando el proceso sinodal y si representan realmente la voz del pueblo de Dios, o simplemente amplifican las opiniones de los grupos más ruidosos y organizados.