Brunete estrena una original iniciativa para evitar los graffitis ilegales
El año pasado, Brunete, un pequeño municipio de 10.000 habitantes dio la vuelta al mundo por su original campaña de concienciación cívica "Cacas Express", por la que se enviaba a domicilio los excrementos caninos que los dueños "olvidaban" recoger. Medios internacionales de más de 40 países se hicieron eco de esta campaña ayudando a concienciar a millones de personas en todo el mundo. Además, la campaña ganó 4 premios en festivales internacionales como el de Cannes.
Este año se ha querido concienciar sobre otro problema que también afecta a la mayoría de ciudades y pueblos del mundo. En Brunete no se tenía muy claro cómo luchar contra la profusión de graffittis con los que día a día amanecía el pueblo, en los lugares más insólitos y menos indicados para ello. Gracias a los buenos resultados de la campaña que el Ayuntamiento de Brunete realizó el pasado año junto a la Agencia de Publicidad McCann, se decidió volver a contactarles para ver si podían ayudar a diseñar en una acción creativa, pero a la vez efectiva, para resolver el problema de los graffitis hechos en lugares indebidos.
El reto no era sencillo. Se trataba de crear una campaña para un público objetivo muy concreto: los graffitteros. Pero no todos ellos. Solamente aquellos que no tenían respeto por el mobiliario urbano y que pintaban sobre cualquier superficie, sin respetar las normas básicas de convivencia y dañando considerablemente la imagen del pueblo.
Para ello se diseñó una acción para concienciar a estos jóvenes del perjuicio que causaban en pos de una expresión artística, cuyo valor entraba en tela de juicio toda vez que perjudicaba la imagen de Brunete, afectando, por consecuencia, también al erario público. La idea era llamarles la atención con contundencia, pero sin criminalizar una forma de expresión artística, toda vez que se lleve a cabo con civismo. La premisa era actuar con total firmeza, pero con una finalidad meramente pedagógica.
Así las cosas, se diseñó un anuncio dirigido sólo a los graffiteros del pueblo, en el que se les ofrecía la posibilidad de ser elegidos para que sus trabajos fueran parte del primer "Monumento a la Libertad de Expresión" de Brunete. Optaban a un premio de 300 Euros y el honor de que su obra quedara inmortalizada en un lugar destacado de la ciudad. Supuestamente, se trataba de un proyecto educativo para limpiar la imagen de los graffiteros. Estos recursos permitieron "cazar" a los graffiteros irreverentes, dado que se les pedía como requisito indispensable que mostraran fotos de sus pintadas.
Fue justamente a través de ellas como se pudo seleccionar para el proyecto a los jóvenes que nos mostraron sus pintadas en lugares inadecuados y perfectamente reconocibles. Una vez identificados, el paso siguiente fue invitarles a borrarlos, a repintar, si querían que se les perdonasen los 300 euros de la multa mínima para actos de esta índole.
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