“El cuarteto de Oxford”, la historia de cuatro mujeres que inspiraron a toda una generación  

“El cuarteto de Oxford”, la historia de cuatro mujeres que inspiraron a toda una generación  

 ¿Se debe separar autor y obra? Esta es una de las cuestiones más debatidas en los círculos académicos y culturales. Aunque no explícitamente, Benjamin J. B. Lipscomb responde con un rotundo no en su última creación, “El cuarteto de Oxford” (Shackleton Books, 2023), un volumen a mitad de camino entre la biografía colectiva y el ensayo.

En ella, Lipscomb demuestra cómo detrás de cualquier trabajo siempre hay un trabajador. Trabajadora, en este caso, ¡cuatro! El libro traza la vida de un grupo de amigas que coincidieron en la Universidad de Oxford y, juntas, desafiaron las tendencias imperantes en la ética del Siglo XX

Publicada en lengua inglesa bajo el título “The woman are up to something” (2021), la editorial Shackleton lanza ahora la versión en castellano de esta obra, de la mano de la traductora Inga Pellisa. Su autor, Lipscomb, es especialista en Teoría ética contemporánea y Ética biomédica e imparte clases de Filosofía en el Houghton College de Nueva York. Este volumen es el resultado de una intensa labor investigadora y periodística, en la que Lipscomb se sumerge con el objetivo de comprender –y compartir– el cambio de paradigma que se experimentó en la Academia cuando los hombres fueron llamados a filas, debido a la Segunda Guerra Mundial.

Este hecho es fundamental para entender el boom de voces femeninas que emergieron en aquel periodo. Con las universidades vacías –ya que hasta entonces habían sido los varones quienes más plazas habían ocupado en la Educación Superior en Oxford, con una diferencia del 82 %–, ellas vislumbraron una oportunidad para hacerse oír. Elizabeth Anscombe, Philippa Foot, Mary Midgley e Iris Murdoch tomaron las riendas que, de otra forma, les habría resultado difícil asumir, y se convirtieron en grandes intelectuales, cuyas ideas inspiraron a toda una generación.

“El cuarteto de Oxford” presenta a cuatro mentes brillantes. Anscombe fue una excéntrica mujer en busca de la Verdad, discípula de Wittgenstein y convertida al catolicismo por su influencia, tuvo siete hijos. Su carácter, altamente indócil, se revela en escenas como la del restaurante: un día, los camareros le negaron la entrada bajo el pretexto de que una mujer no debe llevar pantalones, así que ella se los arrancó. Su amiga Philippa Foot y ella disfrutaban “desmenuzando a Wittgenstein”, como ellas mismas expresaban. Foot era una atea militante que renegó de sus orígenes para dedicarse a la filosofía, aunque desdeñó la denominación de “mujer filósofa”. Ejerció una gran atracción sobre su amiga Iris Murdoch, más conocida como novelista, con más de treinta títulos a sus espaldas. Murdoch era la más bohemia de las cuatro, y su versatilidad le llevó a trabajar tanto de espía para el Partido Comunista como de profesora para la universidad. Al igual que Murdoch, Mary Midgley pasó a ser un personaje público a partir de sus textos, solo que ella no era literata, sino científica: analizó la conducta animal para aproximarse a la conducta humana, y no fue hasta su madurez tardía cuando se lanzó a publicar. Ahora bien, ¿cómo unieron sus intereses, tan dispares, estas cuatro mujeres? ¿Cómo llegaron a convertirse en ese cuarteto que retrata Lipscomb?

A comienzos de los años 30, la publicación de “Lenguaje, verdad y lógica” del joven filósofo Alfred Jules Ayer, en la que se abogaba por la pureza del lenguaje y se proponía que solo las afirmaciones verificables empíricamente tenían significado real –lo que suponía la exclusión de cuestiones metafísicas y éticas que no podían ser sometidas a verificación empírica– atrajo tantos elogios como críticas. Su obra fue considerada un ataque contra la filosofía de Oxford y contribuyó a reforzar la dicotomía entre “hechos” y “valores” que venía dándose desde la Edad Moderna. “La visión imperante entre los filósofos morales era la de que no había, en términos objetivos, nada bueno o malo, correcto o incorrecto, importante o irrelevante”, expone Lipscomb. 

Contra estas ideas, el teólogo y filósofo Donald MacKinnon reaccionó recopilando ejemplos de atrocidades, publicadas en los periódicos, para demostrar que una teología y una filosofía que se precien debían abordar los problemas éticos y políticos del momento. Él, como profesor, enseñaba Filosofía como una disciplina conectada a la vida. (Hoy le habrían calificado de precursor del ABP, la estrategia didáctica del Aprendizaje Basado en Problemas). No es de extrañar que Murdoch, Midgley y Foot, que eran sus alumnas, continuaran su labor en la búsqueda de alternativas a la propuesta de Ayer. Lo que más llamó la atención fue que lo hicieran rescatando las cuestiones universales sobre el bien, la virtud o la justicia, y remontándose a los autores clásicos, fuentes que estaban cayendo en el olvido.

Elizabeth Anscombe, un curso mayor que ellas, se unió al grupo poco después. Su ferviente catolicismo le impulsó a embarcarse en una tesis doctoral sobre Santo Tomás de Aquino. Como sus compañeras, Anscombe rechazaba las ideas de sus coetáneos y no tardó en estrechar lazos con estas tres chicas. El salón de Philippa Foot se convirtió en un punto de encuentro donde reflexionar sobre las tendencias en filosofía, pero, también, actuó como escenario de lo que empezaba a ser una red de sororidad no tan común en ambientes académicos, tradicionalmente regidos por la competitividad.

Uno de los puntos más destacables de este libro es esa atención a la red de apoyo profesional y personal que se va gestando entre las cuatro amigas. Probablemente, ninguna de ellas habría llegado a alcanzar el éxito del que gozó de no haber sido por la ayuda de las otras. Foot le consiguió un puesto en Sommerville a Anscombe como luego se lo conseguiría a Murdoch en Saint Anne´s. Murdoch reconoció el potencial de Midgley cuando sus textos no eran bien recibidos por la comunidad científica. Anscombe mantuvo la amistad con Foot hasta su muerte, pese a ciertas discrepancias que las distanciaron temporalmente. En definitiva, las cuatro tomaron rumbos distintos, pero ayudaron a las otras a encontrar el suyo propio.

A lo largo de las casi cuatrocientas páginas que conforman este libro, la carrera profesional de estas cuatro mujeres destapa, a su vez, una vida personal que no deja fuera las relaciones familiares, amorosas, las afiliaciones políticas o, por supuesto, las amistades. Esa mirada panorámica concede una cercanía con los personajes muy apropiada para recrear la atmósfera social que envolvió la vida de todas ellas, y que envolverá a quienes se decanten por añadir este libro a su lista de lecturas para el nuevo año.

@estaciondecult

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