Llegar a Starnone: observaciones de un lúcido octogenario

La obra del italiano Domenico Starnone (Nápoles, 1943) se está dando a conocer al lector español como resultado de la apuesta que algunas editoriales –Lumen y Altamarea, fundamentalmente– han hecho por ir traduciendo parte de la misma, en línea con el reciente interés internacional por ella. Habitual de la prensa, con más de 20 novelas y decenas de ensayos, Starnone es sobradamente conocido para el gran público italiano, especialmente después de haber desarrollado en estos últimos años una exitosa faceta como guionista de cine.
A la vez que se recuperan algunos de sus textos más emblemáticos –“Ataduras” (Lumen, 2018), publicado en 2014 originalmente y “Via Gemito” (Altamarea, 2024), publicada en el 2000– los estantes de las librerías contienen también las últimas novedades del escritor napolitano quien, pasados los 80 años, está en plena eclosión creativa: ahí se debe situar “El viejo en el mar” (Lumen, 2024) disponible en España tan solo unos meses después que en Italia. Se trata de una novelita escrita muy sencillamente. Una obra de ficción que los lectores ya iniciados en Starnone sabrán leer en clave autobiográfica, plagada de “rimas internas” con otras obras suyas, singularmente con “Via Gemito”.
En “El viejo en el mar” un solitario de edad similar a la del escritor napolitano alquila un apartamento en la costa y ahí alarga los días del verano –ya pasado el mes de agosto– paseando por la playa e interaccionando con los personajes que se cruzan en su rutinaria vida: un profesor reconvertido en buscador de metales, algunas mujeres maduras que caminan por la playa y Lu, una joven aficionada a la canoa. Se nos muestra como un anciano con achaques que son descritos sin dramatismos. El protagonista es un escritor medio retirado que deambula y anota cuanto le sucede y se divierte mostrándose como un juez retirado, es decir, como alguien distinto a quien realmente es.
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Conforme el anciano conoce a nuevas personas, las compara y a veces confunde con la historia de su madre, fallecida a los 40 años. Y con la historia de su padre, una persona de rasgos violentos y patológicamente celoso. Esas confusiones son la piedra de toque para un examen sobre la vida del anciano, sobre sus propias relaciones familiares. De la misma manera que los achaques del protagonista se cuentan sin dramatismos, los errores de la vida pasada, la soledad en la que el viejo ha terminado, se muestran como exentos de sentimientos de culpabilidad. Se trata, de alguna forma, como una exposición acrítica de unos hechos. Hay en esto un retrato, posiblemente fortuito, de cierta modernidad, como si para el análisis del pasado no fuera pertinente, por ejemplo, un juicio moral o un arrepentimiento sino, más bien, un encogimiento de hombros.
El lector tiene la certeza desde el comienzo de que la vida del protagonista está en su último tramo. No se trata, por tanto, de una novela hacia adelante sino hacia atrás: cuando el protagonista hace nuevos amigos, no construye con ellos relaciones de futuro, parece conocerlos exclusivamente para poder despedirse, para poder entregarles un testamento. El libro se extingue con un giro inesperado, propio de la obra de Starnone, que sirve para cerrar la narración más que para entregar un sentido distinto al que ya se estaba enunciando. Al final, se cierra el libro con ganas de más, y, desde luego, no es ese el peor sentimiento que pueda dejarnos una lectura.