Trumpismo en Madrid
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La reciente cumbre ultraderechista convocada en Madrid por el líder de VOX, Santiago Abascal, reactiva a los pensadores de guardia respecto al eventual contagio a Europa del "trumpismo" que ha entrado a vivir en la Casa Blanca.
De modo que miran con lupa las reacciones de las distintas cancillerías de la UE, por si se apuntan a las extravagantes propuestas (en mi opinión, claro) que están saliendo del nuevo equipo presidencial de los Estados Unidos de América del Norte.
No el caso de España. Al menos mientras sea Pedro Sanchez, de teórica profesión socialdemócrata, quien reine en La Moncloa. Es verdad que su sed de poder le ha llevado a modificar su estirpe político-ideológica en Campos distintos de la gobernación como separación de poderes y principios de legalidad o soberanía nacional, instrumentalizados por razones de partido o de supervivencia personal. Pero mantiene una posición nítida ante el trumpismo que viene, pues entiende que el pensamiento ultra-reaccionario sigue estando fuera del sistema. No es de los que creen que los herejes de antes son la iglesia de ahora, como predican sus teólogos, aunque sea un brindis al sol por tan desigual confrontación de fuerzas.
A escala europea, por él que no quede.
Por eso reclama un mayor esfuerzo presupuestario de la UE para no quedarse atrás, en términos de progreso, respecto a EE. UU. y los otros latifundistas del poder a escala mundial. Con armas de signo contrapuesto. Es la batalla de fondo. El actual Gobierno español apuesta por más Estado mientras Trump es un acreditado valedor de la iniciativa privada. En otras palabras, vemos cómo Sánchez está cuestionando el desarme fiscal del Estado que predica Trump como palanca de progreso. Al revés. Sánchez propone más dinero público para avanzar. Básicamente en dos terrenos: la descarbonización (al revés que Trump) y las nuevas tecnologías (ahí vamos perdiendo por goleada).
Entretanto, la ultraderecha europea (no toda, solo la adscrita al grupo "Patriots" del Parlamento Europeo) se reunía en Madrid para soltar coces contra la cultura de las tres colinas (Acrópolis, Capitolio y Gólgota). A saber: xenofobia, racismo, supremacismo blanco, odio al diferente, aversión al libre comercio y la justicia universal, etc.
La ola viene creciendo. Pero no elevemos tan pronto las conclusiones a definitivas. Hay que esperar a ver cómo evoluciona esto. Por un lado, Marine Le Pen, que puede ser presidenta de Francia en 2027, la más moderada ("No se trata de alinearse con Trump, sino de ser colaborativos en defensa de los intereses de cada uno"). Por otro, el primer ministro húngaro, Victor Orban, que habló de su país como "laboratorio europeo de las recetas de Trump", mientras Abascal y Wilders (Países Bajos) se definían "compañeros de armas" de Trump.
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