Trump & Vox
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VOX ha creído encontrar en Trump su palanca decisiva para asaltar los cielos y conseguir la hegemonía entre las derechas patrias.
El emperador norteamericano ha recibido a Abascal en su corte y su visir Elon Musk les ha agasajado y alentado con buenos augurios.
Es por tanto muy de comprender que hayan vuelto eufóricos y que sus huestes estén muy crecidas. Suponen que, subidos en tan poderosa ola, esto ya va a ser un paseo triunfal en su tabla de surf hasta tomar la playa.
Nadie puede negar que el presidente estadounidense, que ha barrido allí en las elecciones, es un poderosísimo aliado. Pero aquí es Europa, esto es España y puede tener sus contraindicaciones. A tenor de cómo vayan las cosas y vaya pasando el tiempo, ahora está en la cresta y mañana empezar a perder las plumas, y al sustanciarse sus recetas nos sepan a cuerno quemado y nos hagan daño donde más suele doler en este cochino mundo: en el bolsillo. Por el momento ya duelen en ciertas cosas, que aunque no son por ahora de comer, son de difícil trago, ya veremos si no acaba de sostenedor de Maduro, pero ya resulta vomitivo el convertir a los ucranianos en los invasores y causantes de la guerra, y a Zelenski en un dictador y un tirano al que hay que someter, y obligar a aceptar el pacto que el haya urdido con Rusia y que recuerda mucho a aquel que perpetraron la URSS de Stalin y la Alemania de Hitler para invadir y repartirse Polonia.
Hubo entonces, como ahora, los que pensaron que así se saciarían ambos y ellos dos mismos suponer que el otro ya no le mordería. El error de todos provocó la más espantosa catástrofe de la historia. No quiero yo decir tanto, ni me atrevo a pensarlo pero ahí esta la historia aunque es bien sabido que si algo es común al ser humano es repetir el tropiezo en la misma piedra y no aprender sino tirar, como un desperdicio al cubo de la basura, sus lecciones.
El abrazarse en España y convertirse en el vocero de la causa trumpista puede tener alicientes y beneficios. Sin duda. Pero puede acabar también siendo el peor de los negocios. Salirle el tiro por la culata, vamos, y acabar con la cara tiznada y el voto chamuscado. Desde luego y de primeras dadas ya esta otra vez la burra en el trigo. A quien le viene bien es a Sánchez, que ha olido que por ahí tiene la trocha para escaparse de lo que le aprieta el cuello: la corrupción que no cesa donde ya han asomado las bragas y están al caer los calzoncillos, que son la enseña tribal e inconfundible de los corruptos socialistas.
Por el momento las tropas de Vox hacen honor a su sigla. Las redes, en particular la X, que, cuando antes eran los cielos de los pajaritos podemitas, son ahora el verde prado de Elon donde corcovean y relinchan gozosos. Y por aquí también tienen otro peligro. Al igual que antes hicieron los orcos morados, el hábito común es lanzarse al degüello contra todo aquel que ose hacer una observación, esbozar una critica o señalar un defecto. Su agresividad, su prepotencia que en casos llega al matonismo y en no pocos al insulto, no es tampoco la mejor manera de ganarse voluntades sino de perderlas.
Trump gusta de entrar en los asuntos barritando y como elefante en cacharrería. Es su modo y su táctica. Es lo que está haciendo con Europa que se ha quedado estupefacta y cuyos dirigentes han semejado a vacas mirando al tren que no pasaba sino que se les venía encima. Veremos en qué para. La italiana Meloni, la única de esa cuerda con mando en el Viejo Continente y que goza de su simpatía, sin voces ni aspavientos sino con sabiduría romana y guante florentino, ha sabido trasmitirle el mensaje, envuelto en ruego, que le vendría bien escuchar: No abandonar a Ucrania. No romper los lazos trasatlánticos. No es bueno para Europa pero tampoco lo es para los EE.UU de América. Hay mucho poso y mucho peso en ello.
Trump habrá de entender, si es que no lo sabe, que no puede hacerse amigo de quienes son y serán, en todos los sentidos, políticos y económicos, sus enemigos, China y Rusia, y convertirse en el enemigo de quien ha sido su propio origen y aliado, Europa. Ese habría de ser el tono y del que aquí debía aprender alguno. Pero "manca finezza". Por el otro lado, lo de querer convertirse en el más feroz rival, aunque sea un mico, ponerse en plan ardor guerrero y hasta presidir el desfile de las tropas que hacia allá partan, puede estar siendo el sueño húmedo de nuestro Sánchez. No porque le convenga a España, sino porque él ve, al igual que Abascal pero exactamente por lo contrario, un asidero para su único y exclusivo interés, la perpetuidad en La Moncloa. Vamos, que no se sorprendan si acabamos viendo por nuestras calles a los de Vox con las pancartas de "No a la guerra" y a los coros sanchistas, de Puente a la Montero, con la Robles de uniforme, dando arengas al son de marchas militares. Un mundo al revés, pero que de comedia tiene poco.
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