“La señorita de Trevélez”, una broma que fue demasiado lejos

Con una versión del dramaturgo Ignacio García May y la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente, “La señorita de Trevélez” se ha hecho un hueco en la oferta teatral madrileña. La panorámica Sala Guirau del teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa ha sido la encargada de acoger esta representación de la que es considerada como la mejor obra de Carlos Arniches.
Aunque se estrenó en 1916, la historia de los Trevélez aborda temas que conectan con la actualidad, como las bromas crueles que pueden hacer mucho daño o el inevitable paso del tiempo. Estos aspectos se tratan desde un punto de vista cómico –como puede observarse con los abundantes juegos de palabras o las situaciones que rozan lo inverosímil, que provocan las carcajadas del público; algo que se potencia en esta versión–. No obstante, también hay momentos para reflexionar o emocionarse. Incluso hay espacio para la crítica a la sociedad de la época –y a la actual–, cuya solución a la falta de formación solo puede ser la cultura.
A diferencia del texto original, esta adaptación comienza con una representación de “Don Juan Tenorio” en la que, el actor que interpreta al mayor burlador de todos los tiempos, es burlado por el Guasa Club; una organización reconocida por sus bromas dedicadas a molestar a los demás con el propósito de divertirse. Este club cobra vida propia en el escenario gracias al trabajo de los cinco actores que lo conforman –Críspulo Cabezas, Óscar Hernández, Edgar López, Natán Segado y Julio de Vera– a través de sus coordinadas coreografías, sus diálogos al unísono o sus movimientos excéntricos que hacen que el espectador siempre tenga ganas de más. Si a esto se le suma la labor de Guillermo Weickert, encargado del movimiento en escena, se obtiene uno de los mayores aciertos de la obra.
En cuanto a la trama, el argumento principal –cómo no– va a girar en torno a una broma que ya tiene a su víctima: Numeriano Galán, interpretado por un divertido Daniel Diges que consigue transformar las desgracias de su personaje en situaciones cómicas. La burla, en la versión de Arniches, es planeada por Tito Guiloya –uno de los miembros más destacados del Guasa Club– y Pablo Picavea –rival de Numeriano por la conquista de una mujer y, también, miembro del Guasa Club–; sin embargo, en esta versión, ambos personajes se fusionan en el de Guiloya, a quien da vida el ya mencionado Críspulo Cabezas. Este cambio permite abordar la historia de una forma más sencilla y funciona perfectamente para el público.
De este modo, él mismo planea todo el enredo: para vengarse de su enemigo, le escribe una carta de amor a Flora de Trevélez, una mujer mayor y no muy agraciada que ya había perdido la esperanza de casarse, haciéndose pasar por Numeriano. Flora, loca de alegría, solamente es superada en emoción por su hermano: Gonzalo de Trevélez, que no desea otra cosa sino la felicidad de su hermana pequeña. Por supuesto, a don Gonzalo –que posee un fuerte temperamento y armas–, no le haría ninguna gracia descubrir que todo esto no es más que una farsa. Por este motivo, aunque Numeriano no simpatiza con la situación, nadie es capaz de parar la broma, que va demasiado lejos. Los hermanos de Trevélez, auténticas víctimas del enredo, son interpretados por Daniel Albadalejo y Silvia de Pé, que nos regalan una actuación cargada de emoción, especialmente en las escenas finales, ligeramente modificadas respecto a la versión original para potenciar esa emotividad que transmite su relación fraternal.
La escenografía, diseñada por Ana Garay, logra convertir el inmenso escenario de 22 metros de largo en un lujoso casino o en el jardín de los Trevélez. Para ello utiliza diversos elementos, como una luna, un árbol, unas sillas, una mesa de billar o unas mamparas que se van intercambiando de posición dentro de la escena, al ritmo de la música, como parte de la función. También hay que destacar la ingeniosa forma en la que se simulan los balcones en el primer acto –colgados como vestidos en el cuerpo de los actores– o las numerosas intervenciones de los personajes desde el patio de butacas.
Para ver cómo se desenreda esta historia y disfrutar de una buena dosis de teatro, “La señorita de Trevélez” estará en cartel hasta el 20 de abril. Porque, como dice Flora: “la felicidad es un pájaro azul que se posa en un minuto de nuestra vida y que cuando levanta el vuelo nadie sabe cuándo se volverá a posar”. Y en los teatros siempre hay pájaros azules.