César Gil, Premio de Honor 2025 de la Federación de Teatro Universitario: “Soy un gran tímido”

Licenciado en Arte Dramático por la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) y en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid, César Gil Covarrubias es periodista, coach personal, actor y director de teatro.
Ha trabajado como Director de Producción de Programas Informativos de TVE y productor ejecutivo de programas como “Estudio 1” o varias galas de entrega de los Premios Max. Reconocido como “Tesoro vivo de la televisión” y Premio Talento por la Academia de Televisión de España, de la que es académico de número. En la actualidad es actor en “Ficciones Sonoras” y en “Documentos” de Radio Nacional de España.
En cuanto a su carrera teatral, es miembro de la Academia de Artes Escénicas de España, y fundador y director de la compañía de teatro universitario El Barracón, la más premiada de la Universidad Complutense. Ha participado en 200 espectáculos a lo largo de sus más de 50 años de actividades teatrales y ha sido galardonado con múltiples premios. El más reciente ha sido el Premio de Honor 2025, un galardón que reconoce toda una vida dedicada al teatro, concedido por la Federación Española de Teatro Universitario. Con motivo de este reconocimiento, Madrid Actual ha entrevistado a César Gil para conversar sobre su trayectoria y pasión por las artes escénicas.
PREGUNTA-: ¿Cómo empezó en el mundo del teatro?
RESPUESTA-: Un día –con 11 o 12 años– le dije a mi madre que me gustaría ser actor y se lo dijo a su hermano. Dirigía un grupo de teatro un amigo de mi tío en el Círculo Catalán de Madrid, que estaba en aquel momento en la Calle del Marqués de Riscal y ahora está en la plaza de España. Ese grupo era muy bueno: se nutría de actores que incluso habían hecho teatro profesional. Yo no me perdía los ensayos –se ensayaba dos días a la semana–, pero a mí me utilizaban de regidor. Ya con diecisiete, un día se puso malo uno de los actores en el ensayo general y lo cubrí yo. Entonces fui el descubrimiento. Ya salió la siguiente obra, que era “La dama del Alba”, y confiaron en mí. Es en esa primera obra seria que hice que me dieron el primer mutis. Perdí el control emocional en escena, de repente me encontré entre cajas y oí aplausos por primera vez en mi vida. En ese momento penetró en mí el veneno del teatro.
P-: Continuó con el teatro en la universidad, ¿cierto?
R-: Cuando llegué a la universidad, tenía mucha experiencia. Entré en el grupo de teatro de Medicina. Allí me hicieron una prueba que salió muy bien. E hice mi primera obra, “Esperando a Godot”. Luego, el director Alfonso Vallejo, que fue un excelente autor de teatro experimental, me hizo su ayudante de dirección. Sin duda, analizándolo, le ayudé mucho porque teatralmente yo estaba más formado, tenía más conocimiento a pesar de mi edad, por mi experiencia en el Círculo. Llevaba tres o cuatro años haciendo teatro, aprendiendo teatro sin querer aprenderlo.
P-: Háblenos sobre su grupo de teatro universitario, El Barracón. ¿Cómo nace?
R-: Nace de otro grupo en el que estuve colaborando. Me pide que lo continuara Alberto Rodríguez; él me ayudaba y yo estaba como director. En el año 2006 lo funda y yo le acompaño. Va creciendo el grupo, fundamentalmente con gente de Ciencias de la Información, donde he estado como docente durante cincuenta y tantos años. Este fue el nacimiento de El Barracón. Surgió un poquito a la contra porque yo pensaba que el teatro universitario era una etapa pasada. Eso decía, pero, mira, ha durado 20 años.
P-: Ya no está activo, ¿verdad?
R-: No, ya no. La COVID nos fastidió. También el seminario. Me desvinculé de la facultad y, además, nos quedamos con dos obras sin montar, que eso creó mucha frustración. Eso sí, ha evolucionado. Hay un sector que ha formado un grupo profesional, Mentha Teatro. Ahí estamos algunos de El Barracón, pero eso ya no es El Barracón propiamente.
P-: El Barracón es el grupo de teatro más premiado de la Universidad Complutense. ¿A qué cree que se debe su éxito?
R-: Nuestro grupo era señalado por algunos rivales injustamente de profesional. Me reía, pero esto tenía una explicación. Ellos ensayan una vez, dos veces a la semana. Algunos grupos ensayaban incluso más tiempo que El Barracón, porque empleaban muchas horas los fines de semana. Nosotros ensayábamos todos los días al menos dos horas, de lunes a viernes. Claro, no es lo mismo ensayar un día a la semana siete horas que todos los días dos horas: madura mejor el espectáculo. A la gente, incluso a profesores, eso les parecía exagerado. Les decía: “Bueno, y los que están en Deporte ¿no van a gimnasia todos los días dos horas?”. Aparte, El Barracón ha sido una escuela. Me gusta dar clase, y parece que, modestamente, he sabido transmitir conocimientos. Con aquellos actores talentosos, conseguí que brillaran más, y con los que no tenían tanto talento conseguíamos, a través de los ensayos, que no se les notase y cumplieran un mínimo. Y ha habido algunos espectáculos de factura profesional a niveles interpretativos y de dirección.
P-: La Federación Española de Teatro Universitario le ha entregado el reconocimiento a una vida dedicada al teatro. ¿Qué ha significado este premio para usted?
R-: He recibido muchos premios, porque mi vida es dilatada y he tenido la suerte o desgracia de tener unos puestos importantes. Este es el premio que más me ha emocionado. En el año 1970, recibí el de mejor actor de teatro universitario de la Federación Española de Teatro Universitario. Ese fue el origen. Es decir, 55 años después, he recibido otro premio de la misma organización. Me doy cuenta de que es cerrar un círculo. Bueno, espero que no se haya cerrado del todo y me quede algo por hacer. Mi etapa de teatro universitario ya ha acabado, pero sigo con Mentha Teatro y con mis grabaciones en Radio Nacional.
P-: Su otra gran pasión es el periodismo. ¿Qué aspectos de las artes escénicas considera que le ayudaron en su trabajo periodístico?
R-: Me ha servido mucho. Igual que desaconsejaré en principio el dedicarse al teatro profesionalmente, sí aconsejo a todo el mundo que se suba al escenario porque quita complejos, quita timideces, crea grupo... Soy un gran tímido. El que nace tímido, muere tímido, pero se me nota poco. Eso es gracias al teatro. Me ha servido para hablar en público, para el radiofonismo también… Me ha abierto puertas. He entrado con más seguridad, he sabido cómo dar la mano, cómo hacer una reverencia. He sabido “ustedear” en señal de respeto cuando con mis compañeros me relacionaba con el tuteo. Parece una tontería, sí, pero me acostumbré en el teatro. Algo ha servido, pero se puede ser periodista sin ser actor.
P-: ¿Qué consejo le daría a alguien que quiere dedicarse a las artes escénicas?
R-: A los miembros de El Barracón, que luego han cursado en la RESAD, les he dicho que sepan dónde se meten profesionalmente, porque es muy difícil, aunque tengas talento. Hay que saber que en el mundo de la interpretación un porcentaje muy bajo vive razonablemente bien de la interpretación, amparándose también en dar clases u otros trabajos. Si tienes realmente la vocación, debes intentarlo, pero sabiendo dónde te metes. Cuando entré a estudiar a la RESAD decía: “Yo me moriré en el teatro”. En tercero decidí que no, porque me di cuenta de que no admitía el estatus social del actor. No admitía que hoy pueda tener mucho y mañana poco o nada. No admitía que tuviese que sonreír a todo el mundo que estuviera por encima de mí o que tuviera la varita mágica de darme un papel o un trabajo. No me gustó la vivencia profesional del actor, así que me presenté a unas oposiciones en Televisión Española y tuve la suerte o la desgracia de sacarlas. Al final, tienes que elegir. La vida es eso. El arte es orden y elección; el orden es saber de qué va la técnica, y luego hay que tomar la decisión. Y en el arte no hay una solución única.
P-: Usted ha sido testigo de la evolución de la industria teatral de España. ¿Qué cambios ha notado?
R-: Esto ha cambiado mucho. En el mundo entero, pero especialmente España. Antes no había tantos actores. Estaba la RESAD, y escuelas privadas, casi ninguna. Los actores vivían también con problemas, pero como había menos, podían defenderse mejor. Era una industria completamente distinta, estaba manejada por pocos. Los espectáculos duraban en la cartelera; no como ahora, que se programan durante un tiempo decidido. De la RESAD salíamos 20 al año, ahora, ¿cuántos salen entre escuelas privadas y públicas? Recuerdo que hubo una huelga de actores porque querían la función única diaria y un día de descanso a la semana. Juan Margallo, que ha sido un gran amigo mío, fue uno de los líderes. No fue una huelga revolucionaria por no sé qué; fue una lucha de los actores para dignificar su trabajo. Porque detrás de una frase bien interpretada, si tiene sustancia, si tiene complejidad, no solamente hay unos ensayos: hay toda una vida.