La 'crisis total' del 23-F (de 2025, claro)

 La 'crisis total' del 23-F (de 2025, claro)

El 23 de febrero ha sido, no pocas veces, escenario de conmoción en la vida política española.

Se cumplen ahora cuarenta y cuatro años de aquel 'tejerazo' y nadie se acuerda del pistolón con tricornio que invadió el Congreso, el ex teniente coronel Antonio Tejero, que hoy, en el olvido total, disfruta inmerecidamente de una apacible vejez a sus 92 años. Ni nadie se pregunta ya cuál fue el papel real (o sea, del Rey), ni por las presuntas complicidades civiles, jamás desveladas, en torno a aquella radícula intentona. Es el pasado, como lo es la expropiación de Rumasa y la triste historia asesina de ETA, que aprovechó otro 23-f para un crimen relevante. Ahora toca encarar 'este' 23-F. El de 2025.

Sí, el 23 F de este año 2025, que ha comenzado trastocando tantas convicciones, tantas realidades que creíamos asentadas en nuestras vidas. Ahí tenemos ese día 23, este domingo, en el que el país que es el motor de la desconcertada Europa, Alemania, celebra unas elecciones cruciales, que confío en que desemboquen en una nueva gran coalición que evite que los extremistas se hagan con siquiera una mínima parcela de poder y sirva quizá -ojala- de ejemplo para otras naciones que me excuso de citar.

Y solo un día después se celebrará, es un decir, claro, el tercer aniversario del estallido de la guerra en Ucrania, que ahora el cinismo ruso-norteamericano (o sea, de Trump y de Putin) pretende que haya sido casi culpa de la propia Ucrania y de su presidente, Zelensky. Una burda mentira que, aquí, cuenta con la complicidad de la cuarta (casi ya la tercera) fuerza política española, VOX. Celebro sinceramente la iniciativa de algunos líderes europeos, Pedro Sánchez entre ellos, de acudir este día a Kiev como muestra de apoyo a la legalidad ucraniana, pisoteada por Rusia y puesta en solfa por los populistas de la UE. Y, repito, por el mandatario más poderoso del mundo, Trump, claro.

El panorama, visto desde el puente de cualquier observador, es de crisis casi total. La llegada de Trump y la permanencia de Putin han puesto el mundo patas arriba y Europa, que ha sido y es la salvación de la España democrática, se debate en una permanente pregunta '¿qué hacer?', mientras las distintas fuerzas políticas nacionales parecen estar comprendiendo que, se haga lo que se haga, ya no podrá ser lo mismo que antes, ni las democracias volverán a ser tan puras, tan bien intencionadas, como antes.

Sí: para mí, que tan de cerca seguí el proceso del golpismo reaccionario en España, el sentido de esta fecha se sitúa en el futuro, no en un pasado que se acerca al medio siglo de historia. La crisis de este 23-F es global, nos pilla desunidos -en 1981 todas las fuerzas políticas se alinearon con la democracia; ahora no--, nadie piensa que cuanto nos sucede, este Cambio a peor, pueda quedar, como en el fondo 'aquel 23-F' quedó, en una anécdota sonrojante. Esto, para mí, es peor: hace cuarenta y cuatro años bastó un juicio contra militares y un posicionamiento general de la población para pasar página. Ahora, quienes debían ser procesados por tribunales penales internacionales se salvan del banquillo, se reparten el mundo casi a placer y las ciudadanías de las distintas naciones se dividen, como está quedando claro en la locomotora alemana.

El 23 de febrero de 1981, los periodistas que nos lanzamos a denunciar el golpe sabíamos que aquello terminaría bien. Ahora, cuarenta y cuatro años después... Lo dejo aquí, en puntos suspensivos, y me pregunto, como he hecho otras veces estos días: ¿qué podría, con estos elementos, salir mal?.

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