Un zombi que está muy vivo

Que dice Núñez Feijoo que Pedro Sánchez es un zombi. Me parece una calificación equivocada.
Un zombi, por definición, es un ente que puede resucitar, pero que está muerto. Políticamente en este caso, se supone. No creo que Sánchez, que este miércoles afronta un importante debate parlamentario, esté precisamente muerto: es un vivo demasiado omnipresente, incluso, si se me permiten la ligereza y el humor, un vivales. Nada que ver con el ceremonial vudú que caracteriza a los zombis. Es la manía que tiene nuestra clase política de meterse en líos semánticos, básicamente porque desconoce a fondo los meandros del lenguaje.
Por eso, porque la oratoria es una asignatura que hay que aprender y practicar leyendo mucho, no tenemos demasiado buenos parlamentarios, más allá de lo que se sacuden los unos a los otros para atacarse con munición de sal gorda. Pero, en fin, dejemos las formas -tan importantes en política, sin embargo- y vayamos al fondo: Feijoo, junto con lo del 'zombi', que nos distrae la atención, ha pedido a Pedro Sánchez que convoque de una vez el debate sobre el estado de la nación. Es una vieja aspiración de quien suscribe: ¿cuántas veces he dicho, quizá en estas mismas páginas, que no entiendo qué más tiene que ocurrir para que se justifique la convocatoria de este debate parlamentario extraordinario? Máxime cuando fue este mismo Gobierno el que se comprometió a celebrarlo anualmente y de manera obligatoria. Nada, un incumplimiento más, y van...
Viene a cuento esto por la sesión parlamentaria de este miércoles, en la que se va a hablar nada menos que del famoso 'rearme', palabro que no gusta a Pedro Sánchez -ni a mí, ni a nadie, por lo que significa--. Y encima en una coyuntura en la que, según nos contaba este martes El País, la Unión Europea va a pedir a los ciudadanos que "acopien suministros de emergencia" por lo que pudiera pasar, incluyendo una conflagración. Situación gravísima, parece, de la que nos alertan los máximos responsables comunitarios: ¿estamos, espero que no, oyendo tambores bélicos?.
No podemos, en esas circunstancias, permitirnos el lujo de hacer este miércoles en España un debate frívolo, en el que nos llamemos 'zombis' o bobadas similares los unos a los otros sin entrar en el fondo del asunto: ¿en qué punto estamos? Confío en que Sánchez, que es quien ha visto las caras de sus colegas atlánticos -no la de Trump, claro-estos días, nos lo explique con claridad, sin reticencias, con veracidad y sin llevar ningún ascua a su sardina monclovita.
Sánchez ha aplazado demasiado esta comparecencia parlamentaria: muchas 'cumbres' europeas le han dado el pretexto legítimo para ausentarse de la Cámara Baja (y de la Alta ya ni te digo). Pero tales pretextos no bastan para eximirnos de criticarle porque ha permitido, está permitiendo, que el Parlamento español no cumpla con las funciones que un Legislativo debe ejercer en una democracia. Comprendo que su debilidad, incluso ante sus propios socios -lo de Sumar resulta especialmente notable--, le haga rehuir el edificio de la Carrera de San Jerónimo (y el de la Plaza de la Marina), pero un régimen democrático tiene sus servidumbres, y someterse a un verdadero control parlamentario es una de ellas.
No, no espero gran cosa del debate de este miércoles. Ni espero que el Gobierno, que es a quien compete hacerlo, convoque el anhelado debate sobre el estado de la nación. Ni siquiera que cumpla con su obligación constitucional de presentar unos Presupuestos, aunque se los tumben (pero ¿en qué está pensando el Tribunal Constitucional? Su deber es exigir que se cumpla la Ley de Leyes). Ni siquiera estoy seguro de que se nos vayan a dar a los ciudadanos demasiados datos referentes a ese 'rearme' que tan caro nos va a salir en cuanto a recortes del estado de bienestar y que tan poco gusta a la mismísima vicepresidenta segunda del Gobierno en el que ella figura.
Solo espero, a estas alturas, que Sánchez no acabe convirtiéndose de verdad en ese zombi en el que el líder de la oposición quiere presentarlo y no se esconda, como un muerto al que le da vergüenza estar vivo, debajo de las alfombras para no cumplir con los compromisos de un primer ministro verdaderamente democrático. Ya no podemos perder más oportunidades de hacerlo.