Llega Sánchez, al fin, dos meses y seis días después del caos

 Llega Sánchez, al fin, dos meses y seis días después del caos

Dos meses y seis días después de que la toma de posesión de Donald Trump alterase el pulso del mundo, Pedro Sánchez se convertirá este miércoles en uno de los últimos líderes europeos en comparecer ante su Parlamento para explicar los planes de la Unión Europea, y sobre todo los de su propio Gobierno, ante la enorme crisis internacional que se ha abierto con la victoria del líder republicano en los Estados Unidos.

Acude Sánchez a este debate por la doble vía de ir a petición propia y por exigencia del Partido Popular, en unos momentos en los que la relación entre los dos partidos nacionales se diría que no puede, a priori, ser peor. Y cuando tampoco es que la estabilidad gubernamental pase por sus mejores momentos, por decir lo menos. ¿Tiene Sánchez un conejo en su chistera de mago para recuperar el pulso? Temo que no, que recurrir a sus viejas tácticas de prestidigitador al que ya se le ven los trucos, de tan gastados.

 

El aparentemente indiferente país que es España está, en el fondo, intranquilo, muy intranquilo, al menos en los sectores directamente afectados por la acción unilateral, imprevisible, despótica, de Trump: pregúnteles, si no, a los exportadores de vino y de aceite, a los becados en universidades norteamericanas, a los diplomáticos que ven cortadas, de hecho, las relaciones con Washington, usted me entiende. O pregúnteselo a los militares, que no acaban de entender por dónde va a salir el Ejecutivo en los planes de 'rearme' -palabro maldito-que se están trazando en Europa frente a a Putin... y frente a la indudable alianza del señor del Kremlin con el señor de la Casa Blanca, totalmente distanciado de la UE.

El resumen de la situación es: ¿aspira Sánchez a figurar en el pelotón de cabeza del 'team' europeo?¿aspira quizá incluso a liderar una cierta oposición, no tan dura en el fondo, a Trump? El presidente hablará el miércoles de 'Europa, Europa, Europa', dicen las fuentes próximas, que se niegan a aventurar más. Puede que Feijoo le pida anticipar las elecciones, que le hable de los Presupuestos inconstitucionalmente no presentados, de los escándalos de Ábalos, de que el socio Sumar ya no hace más que restar, como se comprobará en la asamblea de este fin de semana próximo, en la que a saber por dónde saldrá Yolanda Díaz en su aparente, que no tan real, 'disidencia'. ¿Y qué? Sánchez ha llegado al extremo de simplemente no responder a preguntas incómodas en el Parlamento. Así de claro y sencillo: le preguntan por manzanas y sale hablando de naranjas. Es una falta de respeto al Legislativo, pero así son las cosas.

Así pues, no espero mucho de este debate en el que Sánchez dará cuenta de lo tratado en el último Consejo Europeo, muy importante porque la UE, junto con Gran Bretaña y Canadá, no sé si también con la ONU y no tanto, desde luego, con la OTAN, muy vinculada a Estados Unidos, adquirió compromisos muy firmes en cuanto a destinar partidas sustanciosas a armamento. La posición anti rusa es nítida, pero a Rusia se le sigue comprando gas y petróleo, y los embajadores rusos siguen tranquilamente instalados en sus sedes en las embajadas europeas. Es casi como la guerra de Gila, que, fuera bromas, se Libra en Ucrania, territorio mártir. Y digo que no espero mucho porque el Parlamento español está hecho jirones, dominado por el Ejecutivo y como aletargado por peleítas secundarias que obvian lo sustancial. Nada será útil hasta que las dos fuerzas mayoritarias en España lleguen a algunos acuerdos sustanciosos para colaborar en todos los terrenos clave en los que ahora están de espaldas -o sea, en todos--.

No sé qué tiene que pasar en el mundo para que las fuerzas políticas nacionales -y no, no me refiero a algunos aliados del Gobierno, empeñados en la destrucción del Estado-pacten unas mínimas reglas de actuación y de conducta, como se está haciendo en esa Europa a la que tanto decimos amar y defender. A veces, cuánto siento decirlo, los Pirineos parecen desgajados de Europa. Y no estoy seguro de que un mero debate parlamentario, a garrotazo limpio, pueda arreglarlo. Y menos con dos meses y seis días de retraso.

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