¿Dónde está la bolita?

Las vicepresidentas del gobierno, Montero y Díaz, han querido en los últimos días ofrecernos un bochornoso espectáculo a cuenta de la tributación en el IRPF del Salario Mínimo Interprofesional.
Hay que recordar que la responsable de Hacienda no quería ni oír hablar de que los perceptores del SMI, al menos los solteros sin hijos, no pagaran Impuesto sobre la Renta, mientras que la de Trabajo se negaba a que estos ingresos tributaran. Finalmente, la cosa ha quedado en un apaño. Casi 500.000 perceptores sufrirán este año en sus nóminas, ya lo han notado, el pago correspondiente del IRPF y en la declaración de 2026 se les abonará las cantidades pagadas por medio de una deducción que se creará ad-hoc.
La realidad es la de más vale pájaro en mano: pagáis ahora y ya después, si eso, se os devuelve. No es mucho dinero, si tenemos en cuenta que la recaudación en 2024, casi 300.000 millones de euros, ha sido nuevamente de récord, según la propia Montero y que el SMI, aunque ya ha superado el 60% del salario medio en España y en algunas provincias llega al 70%, lo cierto es que se va acercando a lo que ya es un salario bastante normal en España. Por ello, la responsable de Hacienda parecía que tenía claro que todo el mundo tiene contribuir al mantenimiento del estado del bienestar.
¿Entonces ha ganado Díaz o lo ha hecho Montero? A mi no me parece importante quién se ha llevado el gato al agua, sino que una vez más Hacienda pisoteé sus principios "inamovibles" y su pedagogía tan necesaria sobre los impuestos, que tras este cambio se ha ido al guano. Obvio, que la cesión de la parte socialista del gobierno tiene que ver con la operación que había en marcha entre PP y Sumar para sacar adelante en el Congreso de los Diputados la no tributación del SMI. Sabemos muy bien la voracidad del fisco y la necesidad de sacar ingresos de hasta debajo de las piedras ante el aumento del gasto en defensa que nos exige la UE y la OTAN. La tragedia es que como siempre, no se hará a costa de recortar los miles de millones de gasto ineficiente sino del bolsillo de los ciudadanos, incluso de los que menos ganan.