Elogio de las 'grandes coaliciones'; no solo en Alemania, claro
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Cuando, este lunes, Pedro Sánchez y otros dirigentes europeos se reúnan con Zelenski en Kiev, ya habrán analizado el resultado de las elecciones alemanas y sabrán si una repetición de la 'Grosse koalition' entre democristianos y socialdemócratas, aquel gran invento germano de 1966, puede repetirse ahora.
Es más: gana terreno la idea de que toda Europa debería convertirse en una gran coalición para frenar las malas ideas de Trump y Putin y de sus propios aliados europeos populistas. ¿Sería eso posible, aquí y ahora, en España? Temo que andamos bastante alejados de eso. Y, sin embargo...
Y sin embargo sería algo deseable para una mayoría de los ciudadanos, según se va avanzando en las encuestas más serias y profundas. Cierto que Pedro Sánchez, un espíritu que goza en la confrontación, y Alberto Núñez Feijoo, que se deja llevar de su profundo aborrecimiento hacia Sánchez, no parecen en estos momentos -quizá nunca-proclives al gran pacto y a los grandes pactos que les reclamaría una política eficaz y constructiva, y más en estos momentos de grave tensión internacional. Quizá el cambio profundo de escenario que se adivina en Europa exija cambios de rostros, si no es posible cambiar actitudes, y no hablo solamente de España, por supuesto. Pero ¿dónde están los rostros nuevos?
Sánchez está lanzado a una hiperactividad que multiplica su presencia en los congresos regionales del PSOE, donde lanza inmisericordes y no siempre justos misiles contra la oposición; al tiempo, esta multipresencia le sitúa en los escenarios internacionales, ahora Ucrania, o en conflictos en un Congreso que este martes podría exigirle que se someta a la cuestión de confianza por exigencia de su aliado Junts, al que los socialistas tratan de convencer para que arríe estas banderas. No, no parece el presidente muy proclive ni a someterse a la confianza del Parlamento ni a cambiar su belicosidad para con la derecha 'moderada', insistiendo en equipararla a un VOX que, sin embargo, la verdad es que ya se ha hecho, con su actividad internacional tan 'truimpista', intratable para el PP.
La realidad más tangible es que las diferencias de fondo entre los conservadores 'populares' y los socialdemócratas son cada vez menores en toda Europa, y que en el Parlamento Europeo ya rige una suerte de 'gran coalición tácita' para las cuestiones clave. Hoy, algunos líderes contemplan esta alianza como la única posibilidad de frenar la agresividad de Trump, que, cada vez más expresamente cerca de Putin, se dirige directamente contra los intereses y el liderazgo de la UE.
Empeñarse en no ver que el mundo cambia de manera arrolladora y que, por hablar de símbolos, hasta figuras tan emblemáticas como el Papa Francisco se encaminan hacia un lamentablemente inminente relevo puede ser, es, un error de primer orden. Europa y los principales países que componen su primera línea, España entre ellos, no pueden permitirse ya más pérdidas de tiempo, ahogados todos en un electoralismo gratuito entre concepciones ideológicas históricamente opuestas, pero hoy cada día más necesariamente cercanas. El universo que hemos conocido hasta ahora tiene que defender sus valores frente a los cínicos desvalores que, desde muy recientemente, priman en el mundo y que tan desalentados nos tienen a los ciudadanos. ¿Dónde, cuándo, cómo, acabará esto?
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