Mociones que no emocionan

Podemos sigue con su particular batalla política. La de un partido inmerso en la nada más absoluta, respaldado por incultos venidos a más, amparado en unos votantes que esperan turno para sacarles de las instituciones y diezmado por sus propios militantes que huyen del barco para agarrarse a cualquier cosa que pase por su lado.
Podemos quiere mociones de censura. Es la última moda del partido demodé. La única vía que conocen para sacar de su puesto a aquellos que fueron votados por el pueblo para poner a los que ellos consideran oportunos. Lo de Mariano Rajoy es un disparo al aire. Una propuesta vacía que todos los partidos demócratas ya han tirado por tierra. No es momento de preguntarse si Rajoy debe ser o no presidente, los españoles dijeron que sí dos veces a esa pregunta. No hay más opciones.
Ahora le llega el turno a Cifuentes. La presidenta de la Comunidad tenía todo a su favor para sentir la moción como una brisa que ni enfría pero la Guardia Civil y su amigo Arturo Fernández la han puesto en la picota de la corrupción. Mal sitio si eres del PP. Mientras los medios la someten, como han hecho con todos, incluso la juzgan, el juez decide no imputarla y ella sale a defenderse de una acusación que, quizá, salga hasta de su propio partido.
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Ni Podemos ni sus marcas blancas podrán tumbar a un político elegido democráticamente que no presenta manchas en su labor cotidiana. No deben y la sociedad española no debe permitirselo.
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