El arte de la improvisación: Paolo Oreni, la magia del órgano y un Sherlock Holmes muy moderno

El arte de la improvisación: Paolo Oreni, la magia del órgano y un Sherlock Holmes muy moderno

Preslava Boneva / Rafael Ortega Basagoiti

Si hay un plan en Madrid capaz de unir a melómanos y amantes del buen aperitivo, ese es el ciclo Bach Vermut del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Un sábado al mes, el Auditorio Nacional de Música se transforma en un refugio de delicias sensoriales donde las ricas sonoridades de las obras para órgano de Bach y otros compositores maridan con el vermut mejor que una tapa de buen queso con una copa bien servida. Y el pasado 15 de febrero, esta cita se superó a sí misma con una propuesta tan inesperada como brillante: cine mudo de Buster Keaton con banda sonora improvisada en vivo. ¿El maestro de ceremonias? Paolo Oreni, un organista que hace del teclado un campo de Batalla de creatividad y virtuosismo.

Desde antes de la primera nota, el ambiente ya estaba impregnado de expectación. En el vestíbulo del auditorio, las charlas animadas se entrelazaban con el aroma del vermut y el sutil perfume de quesos curados y embutidos. Y de empanadas. Y guildas. Y tortilla. Y todo lo que uno necesita para asegurarse que la gastronomía española es una celebración en sí misma, un despliegue de sabores. Bach Vermut no es solo un concierto, es un ritual, un festejo en el que la música se saborea tanto con el oído como con el paladar.

Paolo Oreni y el arte de la improvisación

Paolo Oreni (Treviglio, 1979) inició sus estudios de órgano a los 11 años y pronto destacó por su talento excepcional. Tras completar su formación en el Conservatorio Nacional de Luxemburgo, se perfeccionó con maestros de renombre como Jean-Paul Imbert y Jean Guillou, cuyas enseñanzas lo marcaron profundamente. Su destreza le ha llevado a colaborar con prestigiosas orquestas europeas y a impartir clases magistrales en los más importantes festivales internacionales. Además, ha diseñado su propio órgano transportable, el Wanderer, una obra de ingeniería musical única en el mundo.

Heredero de la gran tradición francesa de improvisación organística, el italiano ha llevado el arte de la creación instantánea a un nivel sublime. Frente al imponente órgano Grenzing, con sus 12 metros de altura y 5.700 tubos, el organista desplegó su virtuosismo con la interpretación de la sinfonía inicial de la cantata “Wir danken dir, Gott, wir danken dir, BWV 29” de Bach, una obra compuesta en 1731 para la inauguración anual del nuevo concejo de Leipzig. Que la obra se interpretara en presencia de dicho concejo (que al fin y al cabo era quien tenía a Bach contratado) puede muy bien explicar que la escritura de la obra fuera especialmente brillante, quizá con cierto ánimo, por parte de Bach, de dejar claro ante las autoridades la progresión que la música sacra estaba experimentando durante su trabajo como Cantor en la Iglesia de Santo Tomás de esa ciudad. De que estamos ante música que el propio Bach tenía en gran estima da fe el hecho de que la música empleada en el primero de los números corales terminó siendo trasladada al “Gratias agimus” y el “Dona nobis pacem” de una de las obras más colosales del catálogo bachiano: la “Misa en sí menor”. 

La cantata BWV 29 fue luego interpretada al menos dos veces más, en 1739 y 1749. Es una de las pocas, entre las 200 que nos han llegado de Bach, que se abre con una sinfonía puramente orquestal. Pero en esa sinfonía, la orquesta, relativamente nutrida (tres trompetas, timbales, dos oboes y cuerda), tiene un papel secundario, relativamente fácil de sustituir (hay transcripciones para órgano solo), porque es un mero soporte del solista, que es el órgano. Y este tiene ocasión sobrada para el lucimiento, porque a él llevó Bach una adaptación del Preludio de la Partita nº 3 para violín solo BWV 1006, escrita en torno a 1720. Música de notable brillantez y virtuosismo, que Oreni presentó con vibrante rapidez y notable claridad de articulación, pese a que la registración empleada utilizó buena parte del imponente poderío del órgano del auditorio madrileño. La pantalla ubicada en el escenario permitió al público disfrutar, además, del espectáculo añadido que supone poder ver el accionar del organista, siempre un espectáculo en sí mismo, no solo por la mera ejecución de las notas, sino también por el cambio de registros y por el movimiento de felina agilidad de los pies. 

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Cine mudo y órgano: un diálogo entre épocas

El plato fuerte de la jornada llegó con la proyección de “El moderno Sherlock Holmes” (1924) de Buster Keaton. En un guiño a la tradición de los antiguos cines, donde organistas y pianistas acompañaban las películas en directo, Oreni improvisó la banda sonora en tiempo real, transformando el auditorio en una sala de cine de los años veinte. Cada gesto cómico, cada escena de acción y cada instante de suspense fueron subrayados por la riqueza sonora del órgano, dotando a la película de una nueva vida. Oreni impartió una lección extraordinaria no solo de talento improvisador, utilizando las muchísimas posibilidades de registración del órgano Grenzing del auditorio para crear y sugerir sobre las imágenes, sino de enorme virtuosismo. Preciso, imaginativo, atrevido, en perfecta sintonía con las imágenes, la suya fue una demostración realmente espectacular de dominio del instrumento (que el organista italiano admira y al que rindió homenaje cuando finalizó el concierto) y de sus asombrosas posibilidades tímbricas. 

La obra maestra de Keaton, con su juego de realidades y efectos visuales adelantados a su tiempo, encontró en la música de Oreni un complemento perfecto. El órgano no solo acompañó las imágenes, sino que las potenció, sumergiendo al público en un viaje sensorial donde lo visual y lo auditivo dialogaban en perfecta armonía.

Más que un concierto: un festín cultural

Finalizada la proyección, la experiencia continuó con jazz en vivo y nuevos brindis en el vestíbulo del auditorio. Los asistentes, entre risas y comentarios sobre la genialidad de Keaton y el virtuosismo de Oreni, prolongaron la magia de la mañana en un ambiente distendido y festivo. En Madrid, pocos eventos consiguen aunar tan bien lo erudito y lo placentero, lo clásico y lo moderno. Con cada edición, Bach Vermut reafirma su posición como uno de los ciclos más innovadores y estimulantes del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). No es solo un concierto matinal: es una experiencia que reescribe la manera de disfrutar de la música clásica, uniendo lo sensorial, lo intelectual y lo lúdico en una propuesta única.

@estaciondecult

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