El debut de Tamara Rojo en España con el Ballet de San Francisco: un “Lago de los cisnes” para recordar

El ballet es más que una sucesión de pasos: es un arte que convierte los silencios en poesía. En la función del 19 de octubre en el Teatro Real, el Ballet de San Francisco, bajo la dirección de Tamara Rojo, reveló ese poder transformador con su versión de “El lago de los cisnes”.
Estas funciones no solo marcan el debut en España de la coreógrafa madrileña, nacida en Canadá, como directora de la compañía desde el 2022, sino también una nueva y refrescante mirada a este clásico del ballet, con una coreografía firmada por Helgi Tomasson que reinterpreta la obra original de Marius Petipa y Lev Ivanov, otorgando una renovada profundidad al personaje de Odette.
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La versión del islandés Tomasson, quien lideró el Ballet de San Francisco durante 37 años, conserva la esencia de la creación del siglo XIX, pero añade matices que enriquecen la narrativa. Bajo la dirección de Rojo, la producción adquiere un enfoque moderno y emotivo, donde la historia de amor y redención se explora a través de una interpretación más compleja y matizada de sus personajes. Odette, en particular, emerge con una nueva luz: ya no es solo la víctima atrapada en un hechizo, sino un ser humano con una profunda lucha interna y una determinación que se expresa en cada movimiento. Esta Odette no solo busca la salvación, sino también la afirmación de su propio ser.
La música de Chaikovski, magistralmente interpretada por la Orquesta del Teatro Real bajo la batuta de Martin West, fue uno de los pilares de la noche. La orquesta capturó la riqueza y la fuerza de la partitura, acentuando tanto los momentos de lirismo como los pasajes más dramáticos. La conducción de West consiguió resaltar la intensidad emocional de la música, haciendo que cada “crescendo” y cada “pianissimo” dialogaran perfectamente con los movimientos del cuerpo de baile. Un auténtico deleite.
La puesta en escena fue otro de los grandes aciertos de la noche. La escenografía y el vestuario de Jonathan Fensom deslumbraron con su capacidad para recrear tanto la opulencia de la corte como la atmósfera mística del bosque y del lago. La iluminación de Jennifer Tipton jugó un papel crucial en la creación de los distintos ambientes, logrando efectos sutiles y mágicos, como el reflejo del agua o los cambios en la luminosidad que acompañaban los estados de ánimo de los personajes. Las proyecciones de Sven Ortel, como la luna o el cisne blanco frente al cisne negro del acto III, añadieron un toque contemporáneo, proporcionando una dimensión visual que amplió la experiencia sin restarle protagonismo a la danza.
La actuación de los bailarines principales fue impecable, destacando la interpretación de Odette/Odile, cuya dualidad fue ejecutada con técnica y dramatismo sobresalientes. La bailarina Wona Park logró transmitir la vulnerabilidad y el dolor de Odette, así como la fuerza y la seducción de Odile, mostrando una capacidad camaleónica que cautivó al público. El príncipe Sigfrido, Wei Wang, con una presencia escénica sólida y un estilo depurado, aportó una interpretación que conjugó nobleza y desesperación, elevando aún más la tensión dramática de la obra.
El cuerpo de baile, por su parte, impresionó por su precisión y cohesión, especialmente en las escenas de los cisnes, en el segundo acto, que se movieron como un solo ser, creando un efecto hipnótico y visualmente impactante. La coreografía de Tomasson, con su combinación de técnica clásica y toques contemporáneos, permitió resaltar tanto la destreza del conjunto como el virtuosismo de los roles principales, manteniendo un equilibrio constante entre la tradición y la innovación.
La llegada de Tamara Rojo a la dirección del Ballet de San Francisco ha traído consigo una nueva energía y un enfoque que, sin renunciar al legado de la compañía, busca desafiar y expandir los límites del ballet clásico. Esta producción de “El lago de los cisnes” es un ejemplo claro de su visión: desde luego un homenaje a la tradición, pero también una apuesta por un ballet que dialoga con su tiempo y con las audiencias contemporáneas. El debut de Rojo como directora en España es un éxito rotundo, mostrando no solo su capacidad como intérprete y coreógrafa, sino también como una directora artística con un proyecto claro y ambicioso para el futuro de la compañía.
Faltan dos funciones. La de esta noche y la de mañana. No me perdería este armazón de danza, música, escenografía y dirección artística, que hizo que la velada del sábado se convirtiera en una experiencia inolvidable, confirmando que el clásico de Chaikovski sigue siendo tan relevante y conmovedor como siempre, especialmente cuando se presenta con la frescura y la pasión que le ha dado el Ballet de San Francisco bajo las alas de Tamara Rojo. “El lago de los cisnes” muestra la profundidad de las inquietudes humanas a través de la elegancia del movimiento. La belleza nos hiere y nos educa al mismo tiempo.