Directos al tercer mundo

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La Asociación de Empresas de Energía Eléctrica (Aelec) ha puesto estos días de nuevo el dedo en la llaga.

España está desaprovechando inversiones en distintos sectores por valor de 60.000 millones de euros. La razón es muy sencilla la potencia eléctrica solicitada ha sido denegada por falta de redes, a lo que hay Sumar el desconcierto que el apagón nuclear crea de cara al futuro, ya que no ven asegurado el suministro de energía y a un precio asequible. Una máxima económica clara y de fácil comprobación es la de que un país que no es capaz de garantizar energía y a precios razonables se encamina al desastre.

España va por ese camino. El futuro pasa por atraer centros de datos, más industria, empresas de almacenamiento, sectores todos con un gran apetito inversor que no somos capaces de atraer, que estamos expulsando precisamente por esa falta de redes y por la incertidumbre que la ideología antinuclear genera de cara al futuro. Basta recordar que hace muy poco, durante una parada técnica de la central de Ascó, hubo que parar la industria de este país ante el riesgo de que colapsara el sistema y hogares y administración se quedaran sin energía, se produjera un apagón al estilo de países como Cuba o Venezuela.

Hace ya unos meses, la agencia "Europa Press" adelantó que más de 6.000 megavatios de potencia solicitada por la industria habían quedado fuera de la planificación de la red de transporte de electricidad aprobada en abril pasado por el Gobierno, lo que supone la pérdida de unos 60.000 millones. Una inversión que generaría riqueza y puestos de trabajo. Hoy, se puede asegurar que algunas de las empresas solicitantes de esa mayor potencia han desviado sus proyectos a otros países.

España, por su ubicación, sus características y multitud de ventajas es un lugar atractivo para la atracción de empresas tecnológicas, de logística y de ampliación y modernización de su industria. Sin embargo, la mirada corta y sectaria del gobierno está ahuyentando estas inversiones. Lógicamente pesa muchísimo como digo la inseguridad del suministro eléctrico y su precio, pero también las trabas burocráticas, la inseguridad jurídica o los impuestos. Es obvio, a pesar de que el Gobierno insiste en que la economía va como un cohete, que no estamos en condiciones de expulsar inversiones, la principal pata de un crecimiento económico sano, como tampoco de privarnos de empleos de calidad y sostenibles, dado el actual modelo que nos está dejando la reforma laboral.

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