¿Illa for president? No, claro, pero...

 ¿Illa for president? No, claro, pero...

Llegó Salvador Illa a Madrid, llenó el salón del Círculo de Bellas Artes de adeptos, entre ellos la mayor parte de los ministros del PSOE, y lanzó, a mi juicio, el discurso que debería haber hecho Pedro Sánchez hace un mes.

Sin estridencias, llamó a la calma, criticó a Trump sin que pareciese criticarle, desdeñó hacer un discurso belicista, no se metió (demasiado) con el PP, ni mencionó a los independentistas y menos aún a Puigdemont, se mostró optimista con las perspectivas económicas y dijo que ha llegado la hora de "apostar por Cataluña".

"De la misma manera que Cataluña no tiene miedo a Madrid, Madrid no tiene que tener miedo de Cataluña", fue el resumen de su discurso 'de acercamiento' en el que ni se le ocurrió, por ejemplo, citar a la presidenta regional Isabel Díaz Ayuso, que es la 'bestia negra' del socialismo en general y del catalán en particular, pero a la que el president de la Generalitat actual ni menciona.

Lo que diferencia en Illa de Sánchez es, entre otras bastantes cosas, el tono de voz: no se altera para decir que el mundo ha cambiado en e estos últimos cien días, que existe un riesgo de retroceso de la democracia y que está en juego nuestro modelo de vida y de prosperidad. Nada menos. Pero lo dice en voz queda, con un volumen de decibelios muy inferior al mitinero que estamos acostumbrados a escuchar a Sánchez cuando va a 'sus' congresos regionales.

Fueron muchos los que me dijeron este jueves que Salvador Illa sería "un buen presidente de España". Ya sabemos que ello no es posible --¿no es posible?--, pero lo cierto es que hay un mundo progresista que se muestra, y eso lo dicen las tripas de las encuestas, bastante cansado de las actitudes desafiantes y algo chulescas de Sánchez, pero no quieren abandonar los postulados socialistas. Tampoco las ambigüedades e inveracidades que proliferan en la trayectoria de Sánchez son moneda tan frecuente en la actuación del president de la Generalitat catalana, que ofrece, junto a una cierta tristeza, una imagen de seriedad.

Por supuesto que no estoy hablando de un posible relevo de Pedro Sánchez por Illa. Ni el uno ni el otro lo podrían consentir y, en el caso de Cataluña, sería desvestir a un santo para vestir, a medias, a otro. Solamente digo que Illa vino, vio, habló y convenció bastante en este enorme cenáculo y mentidero que el Madrid, donde se cuecen todas las trampas políticas. Y digo también que hay virtudes en Illa -de los defectos ahora no hablo, pero también existen-que deberían quizá copiarse en La Moncloa. Entre otras cosas, la de mirarte a los ojos cuando te habla, que ese es también un valor político que va escaseando.

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