Injusticia catalana

El cocinero del Ayuntamiento de Barcelona ha sido despedido tras 17 años de servicio. Cuando me enteré de la noticia publicada en ABC, enseguida me temí una de esas salmonelosis, que mandan a la mitad de los concejales a visitas frecuentes y dolorosas al retrete, o alguna de esas distracciones culinarias, donde la croqueta se aproxima a la dureza de un fruto seco, y la corteza del torrezno, en lugar de estar curruscante, está más suave que una manteca pasada por el horno.
Pues no. El cocinero ha sido despedido porque -a pesar de acudir con respeto y asiduidad reglamentaria a las clases de catalán, y progresar adecuadamente todos los años- parece que en el último examen no alcanzó el nivel exigido por el Consorcio para la Normalización Lingüística. La vida para los cocineros es más dura en Cataluña que en cualquier otra parte de España, porque no basta con ser un maestro en la "butifarra amb mongetes", y lograr que las alubias no se deshagan y que la butifarra no se queme o esté cruda, sino que, además, es preciso tener un nivel lingüístico adecuado.
El cocinero y su abogado recurrieron el despido, y una juez ha ratificado que al cocinero se le despida por no ser un avezado filólogo del catalán, por muy bien que prepare la exqueisada de bacalao, y la juez considera que la exigencia "no es desproporcionada". A lo mejor lo desproporcionado sería exigir que el cocinero, mientras preparara un exquisito y sublime "suquet de peix" tuviera que bailar correctamente una sardana o pronunciar el trabalenguas "Setze jutges d'un jutjat mengen fetge d'un penjat" (dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado".
Decía un juez que cuando una sentencia haya que explicarla es que no es una buena sentencia. Y despedir a un cocinero, que ha desempeñado su profesión a satisfacción de sus contratantes, durante 17 años, por su nivel idiomático es difícil de entender para el resto de los españoles, que no son separatistas, vivan en Tenerife, en Burgos o en Sabadell. Bueno, hace poco pusieron en la calle a un músico por la misma razón que al cocinero. Un músico alemán o noruego, o catalán, interpreta una partitura con independencia del idioma que emplee. Pero en Cataluña, no. Allí la Justicia, a los españoles no especializados, nos parece tremendamente injusta.