“Memorias. De Moscú al Mar Negro”, la travesía de una escritora entre la guerra, el exilio y el humor

“Memorias. De Moscú al Mar Negro” (Libros del Asteroide, 2024), escrito por la brillante y satírica escritora Teffi (seudónimo de Nadezhda Alexándrovna Lójvitskaya), es mucho más que un testimonio personal. Es un diario de viaje cargado de humanidad y un acto literario de resistencia frente al terror bolchevique. Publicadas por entregas entre 1928 y 1930 en el periódico parisino “Vozrozhdenie”, estas memorias se han consolidado como una obra maestra redescubierta en el Siglo XX tras la caída de la Unión Soviética.

Teffi (San Petersburgo, 1872 - París, 1952) nace en una familia aristocrática muy ligada a la literatura. Su humor satírico y su aguda visión de la sociedad la convirtieron en una de las escritoras más admiradas de su tiempo, venerada por figuras tan diversas como Lenin, Rasputín, el zar Nicolás II y Bulgákov. Sin embargo, su vida dio un vuelco con la revolución bolchevique. En 1918, bajo el pretexto de una gira de lectura, abandonó Rusia, sin saber que nunca regresaría. “Adiós, Moscú querida. No será por mucho tiempo. Apenas un mes. Dentro de un mes vuelvo. […] Desde entonces han pasado diez años”, escribe.

En “Memorias”, Teffi relata su huida a través de un territorio desgarrado por la guerra civil: Moscú, Kiev, Odesa, Novorosíisk, Ekaterinodar y Constantinopla son estaciones de un viaje tanto físico como emocional. Lo que podría haber sido un texto impregnado de desesperanza, se convierte, gracias al ingenio y la mirada perspicaz de la autora, en una obra cálida y luminosa, incluso cuando narra los momentos más oscuros.

Una narradora atrapada entre la nostalgia y la pérdida

El relato comienza con su aparentemente temporal partida: Moscú, al igual que las otras ciudades que deja atrás, se transforma en un espacio inalcanzable, un eco de lo que alguna vez fue. En Kiev, por ejemplo, encuentra un refugio provisional, un Moscú “sustituto” donde se intenta reconstruir la vida cultural que el bolchevismo destruyó: compañías de teatro, periódicos y salones resurgen como resistencia simbólica.

En cada lugar, Teffi humaniza las ciudades como si fueran viejos amigos, llenas de historias, memorias y cicatrices. Pero cada despedida pesa más que la anterior, y el exilio se convierte en una sucesión de pérdidas. Al despedirse de un colega, reflexiona: “No sé si volveremos a vernos. A decir verdad, no sabemos nada. Por eso, cada vez que nos separamos, es para siempre”.

La autora no solo documenta su propia experiencia, sino que captura la vulnerabilidad y fragilidad de los refugiados, quienes, como ella, son arrastrados de un lugar a otro como “ovejas”, buscando desesperadamente un lugar donde quedarse. A través de su prosa, el lector siente el peso de la incertidumbre, pero también la capacidad humana de encontrar humor y calidez incluso en las circunstancias más desoladoras.

El humor como arma contra el terror

El humor de Teffi es uno de los pilares que sostienen esta obra. Su capacidad para encontrar ironía y ligereza en medio de la tragedia no solo alivia al lector, sino que también es un mecanismo de resistencia frente al caos. Por ejemplo, al ser detenida en una estación de tren en Odesa por soldados armados, Teffi escribe: “Nadie nos disparaba, nadie nos registraba: ¿qué más necesita el hombre?”

Esta habilidad para destilar humanidad en medio de la devastación no solo aligera el relato, sino que lo convierte en una lectura profundamente conmovedora. Aunque la guerra, el hambre y la muerte son constantes, Teffi nos presenta un mundo donde los pequeños actos de bondad y la resiliencia brillan intensamente. Su mirada no es cínica; al contrario, es una celebración de la capacidad de los seres humanos para adaptarse y seguir adelante.

La vida en movimiento: una comunidad que persiste

A lo largo de su viaje, Teffi no está sola. La autora recrea una comunidad de exiliados que se esfuerzan por mantener vivas sus tradiciones y su cultura en medio de la incertidumbre. Los salones de belleza reabren en lugares insospechados, los periódicos y teatros reaparecen con nombres nuevos, y los lazos humanos se convierten en un sostén vital. Teffi describe con detalle los rostros y las historias de sus compañeros de viaje, desde actrices y escritores hasta simples viajeros, todos unidos por el deseo común de encontrar un hogar en medio de la diáspora.

En este sentido, “Memorias” es tanto un testimonio histórico como un retrato de una “microsociedad” en movimiento. Teffi convierte al vasto imperio ruso en un pequeño pueblo donde todos parecen conocerse, ayudarse y compartir un destino incierto.

El estilo de Teffi, con ecos de Chéjov, combina la observación precisa de la naturaleza humana con una sensibilidad muy singular. Cada detalle es significativo, cada interacción tiene un propósito, y cada recuerdo se convierte en un fragmento de la historia colectiva de los exiliados rusos. Su habilidad como narradora radica en hacer que el lector se sienta parte de su mundo, un lugar lleno de personajes vibrantes, escenas entrañables y momentos de introspección. Incluso cuando escribe sobre la pérdida y la muerte, su tono no se hunde en la tristeza, sino que mantiene un equilibrio sorprendente entre melancolía y esperanza.

“Memorias. De Moscú al Mar Negro” no solo es un documento invaluable sobre el exilio ruso tras la revolución, sino también una celebración del espíritu humano frente a la adversidad. El redescubrimiento de Teffi en las últimas décadas confirma su lugar entre las grandes escritoras de su tiempo. Su habilidad para encontrar luz en la oscuridad, para crear belleza en medio del caos, es un testimonio de su genio literario. Leer “Memorias” es adentrarse en un mundo en el que, a pesar de todo, la vida continúa. En los momentos más sombríos, Teffi nos recuerda que el humor, la solidaridad y la humanidad son herramientas poderosas para enfrentar la pérdida.