El fiscal, Aldama y todo eso, a las páginas pares

 El fiscal, Aldama y todo eso, a las páginas pares

Un dicho tradicional del periodismo afirma que las 'noticias de página par' de los periódicos son menos interesantes o quizá menos importantes que las que van en páginas impares, que son las que se ven primero.

Ahora, los medios digitales quizá hayan trastocado algo esta realidad, pero, en todo caso, el aforismo se mantiene, y hoy las páginas de información internacional han adquirido un protagonismo como no se conocía desde al menos la caída del muro de Berlín, en 1989. Lo cual, claro, significa un menor protagonismo para las 'otras informaciones', las de política nacional señaladamente. Y eso, querido lector, tiene sus consecuencias, como a continuación vemos.

El mundo vive boquiabierto ante el espectáculo increíble organizado a raíz de la toma de posesión, ni un mes hace, de Donald Trump y su gente en la Casa Blanca. Nunca jamás había asistido uno como espectador a un tal lenguaje zafio, a decisiones tan unilaterales y peligrosas, a semejante rudeza y a tan toscas maneras. Se diría que nuestro planeta vive ahora dominado por gentes para las que la mesura, la templanza, la moderación y la prudencia son virtudes del pasado, que poco o nada significan ante el ansia de acumulación de poder, ante los egoísmos nacionalistas, ante la escasa educación en las actitudes y las formas. Y en política todo esto, las formas, es algo tan importante como el fondo, porque las ideas van revestidas de un caparazón exterior de palabras y actitudes. El mundo ha perdido las formas, y de los fondos ya ni hablamos.

Ya digo que el pasmo y el miedo que suscita hoy la coyuntura mundial en manos de gentes como Trump, Milei -menudo lío en el que se ha metido con 'sus' criptomonedas- o de ciertos populistas europeos relegan automáticamente a segundo plano las políticas internas, nacionales. Y hoy, hablo de España como ejemplo, ha decaído no poco toda la escandalera suscitada por la permanencia del Fiscal General del Estado, los casos Koldo-Aldama-Abalos, la polémica sobre la amnistía o forzar leyes y Constitución, los roces entre los socios del Gobierno... y, en muy otro orden de cosas, los casos que atañen a la familia del Presidente Sánchez, que insisto en que creo que no evidencian responsabilidad penal, pero sí graves anomalías de ética y estética política.

Todo esto queda superado con creces por lo que estamos contemplando que sucede por ahí fuera. En resumen, lo que aquí ocurre con los jueces, con la separación de poderes, con la ocupación de las instituciones, con la falta de respeto a la ley, con la inseguridad jurídica, es nada comparado con lo que nos están mostrando el hombre más poderoso del mundo y su 'guardia de corps' en la nación a la que antes sentíamos como nuestra principal y más influyente amiga.

Así, nada de esto que nos ocurre a los españoles se ve ahora, me parece, con la gravedad y la severidad con que se contemplaba hasta hace un par de semanas. Y se entiende: cuando, por fijarnos solo en el aspecto más destacado, el continente en el que viven tus aliados vive obsesionado por la necesidad, impulsada desde el frente bilateral Washington-Moscú, de un enorme rearme, se evocan peligros que los más responsables nos advierten de que son ciertos.

Y no digo yo que Sánchez disfrute con este estado de cosas internacional, porque seguramente eso sería inveraz y hasta calumnioso: ya son demasiados los que exageran la nota cada vez que se habla dela 'perfidia' del presidente español. Pero sí puedo asegurar que analista hay en La Moncloa que destaca que la presión sobre los asuntos internos "ha disminuido muchísimo" y que ello facilita el camino hacia el agotamiento de la Legislatura y la permanencia de Sánchez al menos hasta 2027: todo lo que aquí dentro es escandaloso nos pilla distraídos con el super-escándalo en el mundo mundial.

Me asusta pensar que la sensación de impunidad que puedan sentir nuestros gobernantes gracias a que la atención general está centrada mucho más en Siria que en Soria, más en la palabra que no se pronuncia, 'guerra', que en las que sí se pronuncian con frecuencia, como 'corrupción' , hará que toda esta revolución no tan silenciosa que estamos viviendo concluya con unas instituciones, las nuestras, hechas pedazos y una democracia, la española, cuando menos seriamente tocada. En ello, en lugar de buscar políticas comunes y acuerdos, más necesarios que nunca, entre las fuerzas políticas, parece que estamos. Y de eso no le puedo echar la culpa a Trump. Ni a Putin.

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