Escándalos sin dimisión

 Escándalos sin dimisión

Pedir de manera reiterada la dimisión del Presidente del Gobierno sin que el señalado se dé por aludido conlleva un desgaste político que el jefe de la oposición debería ahorrarse.

La exigencia de responsabilidades políticas se rige por una pauta temporal que puede ser anterior al resultado de las investigaciones judiciales. Es verdad: responsabilidad in vigilando. En ese registro Núñez Feijóo tiene razón, pero su alegato se pierde en el cínico ecosistema político en el que estamos instalados.

 

Pedro Sánchez comparece rodeado de casos de presunta corrupción algunos de los cuales afectan a su entorno familiar: a su mujer, Begoña Gómez, a su hermano, David Sánchez y, sobre todo, el escandaloso "caso Ábalos ", pero el blindaje social que le prestan los medios afines que silencian o difuminan cuanto señala al presidente mientras expanden con trompetería casos como que el que afecta al novio de Isabel Díaz Ayuso contrabalancea la situación.

Lo de menos es que no guarde simetría el presunto delito de fraude a Hacienda del novio de la presidenta de Madrid con la trama criminal que señala al ex ministro: "Organización criminal, cohecho y tráfico de influencias" -así definida por la UCO- que está investigando el Tribunal Supremo a partir de las andanzas nada edificantes del todavía diputado José Luis Ábalos .

Cuando Pedro Sánchez destituyó a Ábalos como Ministro de Fomento no dio ninguna explicación, pero el relevo y la posterior decisión de mantenerle en las listas del PSOE daba a entender que el presidente del Gobierno estaba al tanto de las actuaciones presuntamente delictivas del cesado. En esa tecla se viene apoyando Núñez Feijóo para exigir la dimisión de quien, a la luz de los hechos y su reacción, podría ser considerado como encubridor. Ni que decir tiene que Sánchez ni se ha dado por aludido ni nada indica que tenga intención de convocar elecciones, que era otra de las exigencias que planteaba el jefe de la oposición.

Al no disponer de la bala de plata que supondría contar con apoyos parlamentarios suficientes para plantear una moción de censura, parecería aconsejable que el líder de la oposición evite reiterar una petición que, amparándose en el cinismo de la época, sabe de antemano que está condenada a entrar en el reino de la melancolía.

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