El legado del Papa

A medida que pasan las horas parece agrandarse la figura del papa Francisco. Todo son palabras de encomio.
Se diría que su muerte abrió la puerta más que al juicio de la Historia -para el que todavía falta perspectiva- a una conclusión en la que destaca la trascendencia de su legado doctrinal al recuperar la esencia del mensaje evangélico -en términos hiperbólicos algunos medios se refieren a él como el "papa de los pobres". Otros señalan la lucha que mantuvo contra ciertas inercias conservadoras en el funcionamiento de las estructuras del Vaticano, algunas de las cuales consiguió desmantelar. Otras no.
Siendo el suyo un pontificado de duración media - doce años- y al haber llegado desde la "periferia" del orbe católico, al obispo argentino Jorge Bergoglio le tocó gobernar la Iglesia en tiempos recios de notable descrédito de la institución generado por los casos de pederastia y abusos que en etapas anteriores se habían negado o tratado de ocultar. Francisco reconoció el dolor generado y exigió responsabilidades. En ese registro fue una voz clara alejada de las anfibologías a las que tan dados han sido otros purpurados. Que a Francisco le estén despidiendo con más entusiasmo los políticos de izquierdas que los de derechas vendría a corroborar una idea que en cierto sentido marcó su pontificado desde el momento mismo en el que fue coronado para ocupar la Cátedra de Pedro y que, a tono con las simplificaciones tan propias de la época, le endosaron la etiqueta de ser un "papa comunista".
Era jesuita, el primer jesuita en alcanzar el solio pontificio y la conclusión resultaba tentadora. Aunque solo fuera porque en ciertos ambientes de la Iglesia todavía perduraba el eco de las duras palabras y el severo juicio del papa Wojtyla -hoy San Juan Pablo II- en relación con la Compañía de Jesús y la relación de algunos de sus miembros con la llamada teología de la liberación muy arraigada hace una generación en los países del Cono Sur.
Pero Francisco no era comunista. Por encima de cuestiones más circunstanciales como sus opiniones sobre la homosexualidad, el papel de la mujer en la Iglesia o la forma de vida de los seminarios proclamaba el mensaje evangélico. Un mensaje que despojado de retórica denuncia las desigualdades, anima a luchar contra las injusticias y a respetar la dignidad de los seres humanos. Ese será su legado más profundo y puede que duradero .