Menos mal que tenemos a Musk
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Dice la muy reconocida experta anglosajona en protocolo y buenas maneras Emily Post que los caballeros no deben llevar sombrero en interiores, especialmente en restaurantes, oficinas, Iglesias, teatros y hogares.
En la cultura hispanohablante Manuel Carreño especifica dónde los caballeros deben descubrirse: casas, iglesias, teatros o en presencia de una dama. Ni una ni otro pensaron en incluir en la lista, quizá por obvio, un Consejo de Ministros, y menos aún uno en la Casa Blanca. Bueno, Elon Musk anda demasiado ocupado en sus cosas como para enterarse de las máximas sobre buena educación de Post o de Carreño, y así le vemos, tocado con su gorra MAGA y su camiseta Tesla, adoctrinando a los miembros del Gobierno de Trump. Si una imagen vale más que mil palabras, las que nos regala cada día la Administración republicana, incluyendo el inenarrable vídeo, que dio la vuelta al mundo, sobre lo que sería una Gaza 'trumpista' de purpurina, servirán para en su día hacer un tratado del insuperable mal gusto que ahora se quiere imponer al mundo.
Espero que no me considere usted un pijo rancio, pero siempre he creído que, en política y sobre todo en democracia, las formas tienen tanta importancia como los fondos, y la estética tanto peso como la ética. El chiste manido dice que se empieza por no ir a misa y se acaba matando a alguien (o viceversa), de manera que se empieza asistiendo a la 'cumbre' de los ministros de Trump con la gorra protegiendo el inextricable cerebro muskiano y se acaba diciendo que la Unión Europea se creó para "joder", sic, a los Estados Unidos.
Así que a saber cómo se recibirá en la Casa Blanca este viernes al claramente derrotado Zelensky, que tendrá que tragar que usurpen esas 'tierras raras' de Ucrania, a las que la voracidad trumpista convertirá en 'tierras ralas', esquilmadas de sus valiosos minerales. No me extrañaría que Musk se llevase al encuentro en el Despacho Oval, además de a su gorra, a su hijo, ese desventurado X AE A-XII, el pobre niño rico que bosteza sobre los hombros de su padre ante la indiferencia del hombre más poderoso del mundo, sentado en su sillón Imperial.
Ignoro si, como dicen quienes tratan de defenderle, Trump se retractará al final de muchas de sus bravatas y despropósitos. Dependerá, supongo, de cómo Europa pueda hacerle frente. De momento, es verdad que el desmadre que se observa en los Estados Unidos justifica y presenta como nimios otros desmedres que se cometen en los restantes países, entre ellos nuestra España. Puede que, en algún momento, el Donald Trump de los vídeos purpurina se convierta a la doctrina del sentido común, o a la de una menor locura. Pero lo que sí es evidente es que la huella de la catástrofe estética que nos van imponiendo él y el ricacho que está siempre a su lado (con la gorra) va a ensuciar nuestros sentidos durante mucho tiempo. Menos mal que siempre nos quedará Musk para, con sus energumenismos, justificar y dejar en nada los zarpazos que, aquí, los de casa dan sobre nuestro propio Estado. Otro día hablamos de eso. Hoy, de momento, solo me cabe decir que el que no se consuela es porque no quiere.
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