Mazón se ha ido, pero se queda

Carlos Mazón ha acreditado sobradamente que es capaz de cualquier cosa, salvo de estar a la altura del cargo público en el que se apalanca, de decir la verdad y de asumir responsabilidades, pero que sea capaz también de negar el cambio climático cuyos efectos anegaron el sur de Valencia, cobrándose centenares de víctimas mortales y dejando un volúmen incalculable de destrozos, rebasa toda capacidad humana de ser absolutamente incapaz.
Debe suponer el infausto presidente regional que negando esa evidencia se halla en condiciones de negar también, por ser una evidencia igualmente, que mientras sus paisanos se ahogaban por no haber recibido de la Generalitat que dirige la alarma precautoria que a muchos habría salvado, él se hallara haciendo su vida, ajeno a cuanto ocurría, en El Ventorro.
Lo de hablar, sin venir a cuento, de "ecologismo mal entendido" no es sino una parte del precio que paga al negacionista VOX por aprobarle los presupuestos, así como lo de, sin venir a cuento también, arremeter contra los inmigrantes, pero siendo sustancial ese pago, es mínimo en relación a lo que aún debe a los de Abascal, nada menos que su cargo de presidente de la Generalitat Valenciana, y la permanencia en él tras su infame gestión, nula en realidad, de la catastrófica riada. Mazón, convertido por su malhadada conducta en paradigma de la política más indeseable, cifra su supervivencia en el sometimiento a quienes cultivan de ordinario la política más indeseable precisamente.
Siendo cierto que su jefe político, Núñez Feijóo, no puede destituirle de su cargo institucional, no lo es menos que sí podría apartarle del partido, a menos que apruebe su conducta y se identifique con él. El temor a que, despidiéndole, Mazón se fuera con Vox para conservar la poltrona, sería infundado, pues ya se ha ido, ya se ha pasado, en tanto que el inmediato beneficio para el PP de ese finiquito formal sería, cuando menos, el de no seguir perjudicándose. Si Feijóo fuera astuto, y no sólo lo pareciera, le dejaría en buena hora con sus mantenedores ultras en el Consell, haciéndoles a éstos, con ello, un regalo envenenado. Ahora bien, cálculos de política-ficción aparte, qué vergüenza que alguien capaz de cualquier cosa, menos de actuar con pericia y honestidad, siga ahí.