Alemania en el espejo
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El giro a la derecha de los votantes, lindantes con la indeseada sombra negra de los ultras de AfD (ramalazos de amargo recuerdo) no cancela la sed de centralidad del pueblo alemán.
En eso piensa Friedrich Merz, líder de los democristianos y próximo canciller de la República Federal, cuando dice: "El mundo espera mucho de nosotros". Una forma de anticipar su asociación con los socialdemócratas del todavía canciller, Olaf Scholz, para gobernar el país durante los próximos cuatro años.
Significa excluir a la extrema derecha de la gobernación, a pesar de ser una fuerza política en alza, la segunda en escaños del Parlamento (Bundestag) tras las elecciones celebradas el pasado domingo. Con una participación sin precedentes del 84%, por motivaciones de última hora, seguramente debidas al "trumpismo" ambiental que ha metido el miedo en el cuerpo de los alemanes y a los europeos en general.
Conviene recordar que socialdemócratas y democristianos son fuerzas funcionales de la Unión Europea. Las dos están a la baja en Alemania. Unos y otros, los de Merz y los de Scholz, han obtenido respectivamente los peores resultados de su historia. Sin embargo, ambos siguen fieles al compromiso inicial con la democracia, el imperio de la ley y el respeto a los derechos humanos, que ahora son valores cuestionados por el amigo americano. El que apostó con éxito por la alianza transatlántica para enterrar las tres grandes disputas bélicas en el seno de Europa (guerra Franco-prusiana y las dos posteriores guerras mundiales) y ahora parece renegar de todo aquello.
Es el espejo en el que los europeos deberíamos mirarnos tras el zarandeo al orden mundial por parte del nuevo sheriff de Washington. La cantada gran coalición alemana que huye de los extremos interpela frente a los climas de enfrentamiento y polarización que alimenta a los extremos. Y digo cantada porque hasta el futuro canciller le ha dicho a los socialdemócratas que no pueden perder un minuto más en iniciar las conversaciones para concertar una hoja de ruta que garantice la estabilidad imprescindible para la recuperación económica, la ordenación del fenómeno migratorio y fórmulas de apoyo fiscal a las empresas sin descuidar la atención a los ciudadanos más vulnerables.
Veremos cómo se desarrollan las conversaciones. Los analistas nos previenen frente al peligro de regalar el papel de la oposición a la extrema derecha. Supondría un crecimiento de la AfD de Alice Weidel, pero eso dependerá de la evolución de los acontecimientos. El futuro no está escrito. Y de momento a los negociadores solo les importa una cuestión colateral: decidir si al núcleo duro de la coalición (CDU-SPD) se suman los liberales (al borde del umbral de acceso al Bundestag) o los verdes (más difícil, por su resistencia a tratar con mano dura a los inmigrantes).
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