Alberto Rizzo, director artístico del Festival MUTIS: “El teatro, sobre todo el más pobre, agudiza muchísimo el ingenio”

Alberto Rizzo, director artístico del Festival MUTIS: “El teatro, sobre todo el más pobre, agudiza muchísimo el ingenio”

Además de presidir la Federación Española de Teatro Universitario, Alberto Rizzo Olías (Barcelona, 1981) es el fundador de La Coquera Teatro, compañía de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Es el director artístico del Festival MUTIS de teatro emergente de Barcelona y, desde 2021, editor jefe de la editorial Ediciones Mutis, especializada en la difusión de la nueva dramaturgia.

Como autor, Alberto ha publicado obras teatrales como “Almisdaé” (Dédalo, 2013) y “Carrusel” (La Cabaña del Loco, 2019), y el ensayo “Haciendo mutis” (Dédalo, 2013). Asimismo, se dedica a la investigación teatral, con varios artículos publicados en Artes Escénicas, ADE, Anagnórisis y Paso de Gato. Rizzo ha dedicado su vida al teatro universitario; como declara en el manifiesto de la Federación: “El teatro anida en cada uno de nosotros”. Madrid Actual ha podido hablar con Rizzo sobre el valor del teatro universitario.

PREGUNTA-: ¿Cuál fue su primer contacto con el teatro?
RESPUESTA-: Hay tradición en mi familia de hacer teatro navideño y eso permeó; así paulatinamente fui adquiriendo responsabilidades; es decir, pasé de hacer algo muy sencillo para Nochebuena a escribir algo exprofeso para cuatro actrices y tres actores. También pude hacer alguna que otra incursión teatral en el instituto, pero sobre todo con 20 años tuve muchas oportunidades en campamentos de verano de llevar la parte de la dinamización de lo que tenía que ver con pequeñas escenificaciones.

P-: ¿Cómo empezó a hacer teatro universitario?
R-: Siempre había querido hacer teatro universitario. Para mí era un objetivo, no para dedicarme a hacer teatro ni mucho menos, sino que pensaba que, una vez llegabas a la universidad, habría un grupo de teatro al que te podrías incorporar. Lo último que me imaginaba era que acabaría creándolo yo. Empecé con el teatro universitario el año que fui a estudiar a Madrid de intercambio: allí había un grupo, Caín Teatro, que montaba talleres y al poco elegían obra. Caín es un grupo policéfalo, es decir, tiene diferentes directores que proponen sus objetivos, el ritmo de ensayo, su ambición… y luego, de entre las dos o tres obras que pasan el corte, cada uno decide en cual participar. Pese a ser un recién llegado, pude presentar una propuesta. Fue de las más votadas y salió adelante. También participé en un concurso de teatro breve con un texto propio y sugerí a la biblioteca de la escuela el tener una sección de libros de teatro, que todavía están ahí. Hay unos 500 ejemplares. El objetivo era ofertar una serie de recursos y libros técnicos a disposición de Caín Teatro, en especial para que la gente que dirigiera se pudiera formar.

P-: Pero tuvo que volver a Barcelona. ¿Creó entonces su grupo de teatro?
R-: Al volver a la Politécnica, me inscribí en el Aula de teatro. En ese momento contrataron a un profesor profesional, Benjamín Alonso, y ahí aprendimos mucho todos. Pero el caso es que la diferencia entre un aula o un grupo oficial y un grupo independiente autogestionado es la mayor autonomía. Cuando tienes a una persona contratada, lo tiene todo muy parametrizado. En este caso el aula de la Politécnica no me permitía proponer qué obra, ni girarla o viajar. Es entonces cuando una serie de personas en paralelo montamos La Coquera Teatro. Salió bastante bien. Empezamos con “El malentendido” de Albert Camus, seguimos con “Almisdaé”, una pieza mía, y luego “Tres sombreros de copa”. Enseguida, incorporamos un segundo director, luego una directora. Este año cumpliremos 16 años de aquel “Malentendido” que se estrenó el 22 de abril de 2009. Lo recomiendo mucho: si no existe o no encajas con el tipo de teatro que hay en tu facultad, crea tu propio grupo.

P-: ¿Qué valor tiene el teatro universitario como herramienta pedagógica?
R-: El teatro aporta y desarrolla ciertas herramientas comunicativas, habilidades para dinamizar grupos, liderar equipos, etcétera. Estás en la universidad para eso, aunque tú luego no vayas a ser un profesional de las artes escénicas. Te puedes dedicar a cualquier otro tipo de oficio, pero más allá de hablar en público vas a necesitar una serie de habilidades que te las da el teatro. Lo primero, la escucha activa; lo segundo, más inmediato, la creatividad a nivel de saber improvisar y pensar fuera de la caja, aprender a adaptarte a lo que hay. Porque el teatro, sobre todo el teatro más pobre, agudiza muchísimo el ingenio.

P-: ¿Cuál es su función en la Federación?
R-: Comencé como secretario, pero soy presidente de la Federación desde 2018. Es una función representativa. Coordino la Junta Directiva, de la que formamos parte unas 6 o 7 personas de diferentes grupos de toda España. Realizamos las labores del día a día de la de la Federación. Hacemos que las propuestas se vertebren.

P-: ¿Cuáles son esas propuestas?
R-: La Federación hace posible dos citas que son estratégicas. La primera es un encuentro anual en Toledo, un lugar donde los grupos puedan conocerse e interactuar de veras, en el sentido más básico del término. Y la otra es reivindicar los mejores trabajos anuales. Eso lo hacemos por medio de una serie de premios en el Festival Nacional. Antes teníamos un jurado presencial, pero se apuntaba tanta gente que no podíamos garantizar la misma calidad en los espacios escénicos de cada región. Para solucionarlo y, en parte, para no quedarnos bloqueados durante la pandemia, lanzamos una convocatoria en vídeo. Lo que tratamos de hacer es lo básico para que el sector tenga un mínimo de conciencia, dignidad, proyección y difusión. Sobre todo, servimos como punto de referencia donde se pueda trabajar en red, compartir información y documentar la actividad.

P-: Imagino que el asociacionismo sirve además para visibilizar el teatro…
R-: Sí, porque hay una percepción de que no existe el teatro universitario, de que está desfasado o anticuado. Y no, señores, no. Es muy vigente, está muy fresco, hay muchísimo y muy variado. Lo que pasa es que no siempre se percibe su transversalidad ni se aprovecha todo su potencial pedagógico, incluso en las universidades donde triunfa. Hay estudiantes que egresan sin saber la maravillosa oportunidad que se han perdido. Es cierto que existe cierta dificultad de que las agrupaciones, más de un centenar, y festivales, una veintena, se mantengan en el tiempo. Son muy sensibles a las políticas, visión de conjunto y planificación a largo plazo de los vicerrectorados. Pero lo mismo se puede decir de los grupos: por muy grandes que estos sean, dependen para su génesis y su permanencia de muy pocas personas que marcan la diferencia. Los “imprescindibles” a los que hacía referencia Bertolt Brecht. El asociacionismo, no solo el teatral, les debe mucho a los inconformistas que un día decidieron que su realidad más inmediata podía cambiar.

@estaciondecult

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