No, a mí tampoco me gusta la palabra 'rearme'

Los españoles tendemos a ser bastante 'seguidistas' con las consignas que nos llegan: veo una encuesta publicada este sábado en la que se nos dice que más del 66 por ciento apoya aumentar el gasto militar, incluso a costa de recortar otras partidas, se supone que más 'sociales'.
O sea, que nadie nos ha explicado aún ni cuánto nos vamos a gastar, qué vamos a comprar con el dinero que destinemos a armamento, ni de dónde vamos a sacarlo, ni en qué lo vamos a utilizar, ni si eso nos hará subir peldaños en la estimación de los que de verdad mandan en Europa y hasta si ello nos dará alguna interlocución, porque ahora no tenemos ninguna, ante el 'nuevo Washington' que representa Trump. Y, sin embargo, los que pensamos -yo, entre ellos, lo confieso-que hay que ser más cautos a la hora de entusiasmarnos con el 'rearme' nos vemos reducidos a apenas un 22 por ciento.
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No, no soy de Sumar, ni de Podemos. Ni de nada: es muy difícil tomar partido por algo sustancial ante el panorama que nos presentan nuestras opciones políticas. Pero sí me aterra, como señalaba Jordi Evole en un artículo reciente, ver en las portadas de los periódicos, a todo trapo, palabras como 'liquidar', 'armar', rearmar', 'prohibir' o 'suprimir'. Un lenguaje belicoso se ha apoderado de nosotros, de Europa, del mundo, provocado por el máximo desajuste que propician en el planeta dos personajes nefastos, que quieren repartirse el globo terráqueo, y eso sí que no. Uno de ellos está en la Casa Blanca, el otro en el Kremlin, y todos nos aprestamos a defendernos de ellos -uno era nuestro protector, aliado y amigo hasta hace tres meses, recuerda usted-por lo que pueda pasar.
Y entonces los ciudadanos encienden sus fervores, como lo muestra la encuesta que comento de El Español, al son de las marchas militares. Incluso los mensajes del Papa doliente reclamando paz se minimizan, cuando no se esconden. Tengo tanto miedo como usted a lo que pueda hacer Putin, quizá incluso contando con la benevolencia de Trump, que en cuestiones bélicas ya ha mostrado sus inclinaciones apoyando las rafias sangrientas de Netanyahu en Gaza. Y tampoco crea que soy simplemente un buenista, un woke disfrazado de monje budista o de Gandhi: sé que a tipos como Putin o Trump hay que enseñarles los dientes, porque hablarles de humanidad y todas esas cosas relacionadas con el lado bueno del ser humano es simplemente absurdo.
Pero espero que, antes del rearme con cañones -perdón, con drones, que son más modernos--, nos empeñemos en un nuevo rearme moral, por ejemplo volviendo a las viejas normas y costumbres democráticas: no quiero 'rearmes' -mire, en eso estoy con Sánchez, y hasta con Meloni, al menos desde la semántica; me horroriza la palabra-si antes no se respetan la Constitución -vaya, en eso no puedo estar con el incumplidor Sánchez--, la separación de poderes, la más nítida libertad de expresión, la seguridad jurídica. La mejor arma es la verdad, el Derecho, la justicia y la unidad. Luego, que vengan los Leopard a ocupar ese terreno conquistado para la decencia. Eso sí, siempre contando con la autorización del Parlamento, que ese está siendo otro territorio perdido para esa noción de democracia que al menos a mí -y a un 22 por ciento, parece-- nos gusta.