No estamos solos

Los países democráticos de Europa no estamos solos. El desdén de Donald Trump, es pronto para hablar abiertamente de traición a los ideales que forjaron la OTAN, nos deja a los europeos a merced de nosotros mismos y de nuestra capacidad para organizar nuestra defensa frente a la amenaza real que supone la política expansionista de Rusia.
Trump empatiza con Vladimir Putin y humilla a Volodímir Zelensky ante los ojos del mundo. El flamante inquilino de la Casa Blanca se maneja con códigos propios de un “tycoon” alejados de los usos de la diplomacia. Un hecho vergonzoso que contradice el legado histórico de los EE.UU. en sus relaciones con la Europa a la que socorrió en las dos guerras que arrasaron el Continente en la primera mitad del Siglo XX. Miles de soldados norteamericanos dieron su vida por un ideal irreconocible hoy en las palabras y la conducta de Trump. En términos de racionalidad la situación tiene mal pronóstico.
La encerrona que Trump y el vicepresidente JD Vance tendieron al presidente de Ucrania en el Despacho Oval pasará a los anales de la historia de las relaciones internacionales como un eco de la que en 1938 le tendió Adolf Hitler al presidente Emil Hácha forzando la rendición de Checoeslovaquia.
Afortunadamente Europa, y no solo los países de la Unión, también el Reino Unido, han reaccionado ante el desafío que apareja la reticencia de Washington a mantener los compromisos de la OTAN .Tras la cumbre celebrada en Londres el fin semana parece abrirse paso la idea de que habrá que avanzar en la dirección de rearmar Europa. Para ello el primer paso será incrementar los gastos de Defensa dotando a los ejércitos de los respectivos países de más y mejor armamento. La idea avanzada por el premier británico, Keir Starmer, de que Londres estaría dispuesto a respaldar el plan para garantizar la paz en Ucrania colocando “botas en el suelo y aviones en el cielo” quizá sea prematura ante la evidencia de qué sin el paraguas de la OTAN Moscú-Putin- lo consideraría una provocación. Con todas sus consecuencias. Pero lo esencial pasa por reconocer que la Europa democrática tiene que iniciar el camino de su autodefensa porque no estamos solos. Pero convendría tenerlo claro: defender la paz exige determinación y gastar mucho dinero.
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