Unidos por el odio

Al ver la fotografía del antiguo torturador y organizador de secuestros Arnaldo Otegi y la del cobarde Prófugo -huido de la Justicia, tras engañar a sus colegas-, se suscitó mi curiosidad por saber quiénes habrían sido los dos traductores seleccionados cuidadosamente: el que tradujo del catalán al vasco, y el que convirtió el vasco en catalán.
Como los organizadores del encuentro no deben tener el poderío económico que posee la presidenta del Congreso de los Diputados, que cuenta entre sus 26 intérpretes, tanto expertos en traducción simultánea del gallego al catalán, como políglotas que escuchan una frase en catalán y la pronuncian en vasco como si hubieran nacido en el mismo Hondarribia -y los viajes, traslados y hoteles, cuestan una pasta- los líderes del Separatismo de España hablaron en español. ¡Qué prueba de humildad! Es cierto que doña Francina creo que les paga a los traductores simultáneos del Congreso entre 80 y 100 euros la hora, pero someter a personas, que son superiores por el lugar en que han nacido, a tener que hablar en español -que es como se denomina nuestro idioma en todo el mundo, excepto en España- es algo así como invitar a comer al presidente de la Asociación de Alcohólicos Anónimos, y obligarle a que beba vino.
Esa ausencia de traductores deslució el encuentro, y mostró una debilidad económica que no tiene doña Francina, gracias a que distribuye el dinero de nuestros impuestos con generosidad. La fotografía que hubiera aportado un prestigio indudable es la de los dos líderes del Separatismo, con el pinganillo en el oído, y acompañados de los dos traductores. Hubiera sido algo así como un viaje al futuro, donde el presidente del Estado Vasco se entrevistara con el presidente de la República de Cataluña. Naturalmente, hay gente sin sensibilidad filológica que llegará a pensar que, si Otegi y el Prófugo se pueden entender sin traductores, nos podríamos ahorrar el medio centenar de traductores del Congreso y del Senado, pero son esas mismas personas que no entienden el coraje del antiguo secuestrador y del Prófugo, en someterse a la humillación de hablar de cómo separarse de España, precisamente en el idioma del Estado al que odian. ¡Eso es entereza, valentía y sacrificio! Sólo puede llegarse a soportar ese tormento, gracias a los altos ideales del separatismo, a la seguridad de saber que son superiores, y a la fuerza que surge al odiar en unión y compañía.