La condonación de la deuda
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Hay una máxima en política que aconseja no hacer lo que no se puede explicar sin provocar rubor.
Pero no rige para todos, a juzgar por el anuncio de Oriol Junqueras, líder de ERC, de que el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido condonar deuda de Generalidad de Cataluña que asciende a 17.104 millones de euros.
Junqueras empleó el término "condonar" para adelantar una medida que, más allá de la carga de insolidaridad que apareja para el resto de las comunidades autónomas, desvela el rentable negocio que han encontrado los separatistas exprimiendo a fondo la precariedad parlamentaria del PSOE y la pasión de poder de un Pedro Sánchez dispuesto a pagar lo que sea a cambio de seguir en La Moncloa. Si antes de ayer fueron los indultos y después la Ley de amnistía, hoy es borrar la deuda de una comunidad más endeudada que otras y mañana -bajo exigencia en este caso de Junts, el otro socio separatista- ya se está cocinando la transferencia a la Generalidad de las competencias en materia de emigración lo que en la práctica supondría la renuncia o limitación del Estado en el control de fronteras.
Provoca rubor que el anuncio de la condonación de la deuda a Cataluña lo haya hecho Junqueras y no la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que se ha visto obligada a salir a justificar la cosa sin esperar a la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera.
El trato asimétrico a una comunidad respecto de las demás traerá consecuencias políticas. En este asunto, Sánchez juega a dividir porque sabe que la dirección nacional del PP está en contra de la cesión pero hay comunidades gobernadas por los populares, caso por ejemplo de Andalucía, que podrían beneficiarse de una medida similar. Alberto Núñez Feijóo anuncia que en el Consejo de Política Fiscal los presidentes autonómicos del PP votaran en contra de una medida que pretende consagrar la desigualdad premiando la mala gestión. La petición de un nuevo sistema de financiación parece razonable. Pero sabiendo que a Sánchez nada le ruboriza, que nadie espere que renuncie a sus apaños con los partidos separatistas.
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