Moncloa: la conspiración del silencio

 Moncloa: la conspiración del silencio

Salió Pedro Sánchez a informar a los periodistas españoles congregados en Bruselas en la noche del jueves acerca del resultado de la ‘cumbre’ informal del Consejo Europeo.

Seguí la intervención al completo desde una radio, donde reconocí que Sánchez tiene buenas dotes oratorias, que casi convence en ocasiones, y que sabe utilizar las palabras precisas para definir algunos conceptos y, más significativamente, para enmascarar otros. Porque de pronto caí en la cuenta de que, en su intervención ante los medios, explicando los acuerdos adoptados por los dirigentes de la UE y analizando la situación creada por las últimas intervenciones de Putin, Sánchez olvidó citar una palabra, una sola, acaso la más importante: Trump.

Sí, me aseguran que desde La Moncloa se ha esparcido entre ministros y, hasta donde se puede, a instituciones, la consigna de no citar a Trump. O de citarle lo menos posible y en un contexto y un tono desde luego no tan hostiles como los que se emplean para hablar de Putin, que se queda solo como el gran malvado de la película que sojuzga a Ucrania. Y no, no esta solo en esa execrable tarea.

No sé, la verdad, si debo aplaudir o mostrar mis reservas ante el rearme sin precedentes que la UE parece haber consensuado –con la excepción, siempre lamentable, de la Hungría proKremlin—para mostrar la independencia defensiva de los europeos al haber perdido, porque este es un hecho irreversible, el paraguas norteamericano. Y, hasta cierto punto, al haber perdido también la eficacia disuasoria de la OTAN, ahora manejada a su antojo por Washington.

No soy sino un mero aficionado a la geoestrategia –todos lo somos, en el fondo--, pero tengo la impresión de que las guerras modernas, de las que desgraciadamente todo el mundo, y los titulares de tantos medios, hablan ,se jugarán en un plano diferente al de los tanques Leopard o al de los aviones de combate F35. Ya no existe la guerra clásica de bayonetas, sino la de los drones y, sobre todo, la del espacio. Quizá fuese conveniente ir pensando en el seno de la UE más en un rearme tecnológico a gran escala que en carros de combate; pero supongo que expertos tiene esa Iglesia…

En el mini-discurso de Pedro Sánchez eché también en falta una alusión a un cambio de comportamiento en cuando a la política interna. No puede variar toda la estructura de acuerdos en la UE sin que las políticas internas de cada país experimenten un acercamiento entre las formaciones ‘europeístas’, superando a las extremistas, que son proPutin o excesivamente ligadas a la ‘doctrina Trump’; una doctrina que, en el fondo, se ha hecho antieuropea. Ahora, las políticas de rearme, defensa y exteriores de las naciones europeas tienen que consensuarse previamente en el ámbito interno, y de eso va, espero, la reunión tan tardíamente convocada por Sánchez para la semana próxima con los líderes de las formaciones parlamentarias (excepto, inexplicablemente, VOX, a la que así se concede una prima de ‘singularidad opositora’).

La oportunidad, por tanto, está creada con este encuentro, el primero en mucho tiempo en el que se verán cara a cara Sánchez y Núñez Feijoo. Otra cosa es que esos encuentros sirvan efectivamente para algo, para un debate constructivo y para llevar a cabo una aproximación en cuestiones fundamentales que deje en segundo plano aquello que, perdón por la redundancia, es secundario: basta ya de poner el protagonismo político en escándalos sin duda vergonzosos, pero que no merecen los duelos a garrotazos que por ellos se desencadenan. No sé si, a estas alturas y con todo lo que llevamos visto, podemos albergar alguna esperanza en nuestra clase política en general y en las actitudes de nuestro Presidente del Gobierno muy en particular. Así me veo obligado a decirlo porque así lo siento y lo pienso, confiando siempre en un viraje cada día más necesario.

Porque, de momento, asistimos a la gran estafa de silenciar, por miedo a la ira vesánica del hombre más poderoso del planeta, incluso su nombre. Se ha convertido en el innombrable, un tótem intocable hasta para la noche de los Oscar, cuando en realidad es la clave del conflicto en el que el mundo se encuentra sumido. ¿Cómo vamos a arreglarlo si ni siquiera nos atrevemos a señalarle con el dedo?

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