Niños que matan

 Niños que matan

Lo aterrador del asesinato de la educadora Belén Cortés Flor a manos de tres adolescentes, niños casi, no debería soslayar la parte de responsabilidad que en el hecho ha podido tener un sistema negligente.

Porque negligente, y aun algo peor, es que los poderes públicos subcontraten con una empresa privada en la que prima, como en toda empresa, la obtención de beneficios, una labor tan delicada y difícil como la de la custodia y atención a menores conflictivos.

La educadora Belén Cortés se hallaba sola la noche en que tres de los menores residentes en el piso tutelado en el que desarrollaba su labor, en realidad una semi-cárcel abierta para el cumplimiento de medidas judiciales, la mataron. Sola, sin cámaras, sin botón anti-pánico y sin formación específica para enfrentar las situaciones de tensión y violencia que a menudo se registran en el interior de esos centros. Fue esa soledad y esa indefensión la que aprovecharon sus matadores, desquiciados porque la trabajadora, en cumplimiento de sus deberes, no les dejó abandonar el piso tutelado aquella noche. Un crío de 14 años, otro de 15, y otra de 17, los tres con repetidos antecedentes delictivos y violentos, la golpearon y estrangularon hasta arrebatarle la vida. Presuntamente en el plano jurídico, ciertamente en el de la realidad.

También en el plano legal y judicial, los menores son irresponsables, pero no por ello carecen, en el de la vida ordinaria, de responsabilidad sobre los actos delictivos que puedan cometer, si bien la responsabilidad mayor recae sobre los instituciones encargadas de revertir la mala deriva de esos chicos disruptivos y violentos, pues es en la mayoría de los casos reversible a causa de su corta edad. Pero si esas instituciones no les atienden integralmente con los recursos públicos que no persiguen beneficio económico de retorno, echando el resto para recomponerles tras los destrozos que muchos de ellos han sufrido en el ámbito social, ambiental o familiar, y se quitan de encima ese deber mediante un frío pliego de condiciones para su subcontrata, añaden otro abandono a su abandono original.

Hay niños que matan. Es horrible, impensable, pero así es. A otros niños, o, como en este caso, a un adulto, a la trabajadora que les cuidaba. Que estaba sola, sola y abandonada también en su última noche.

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