¿Cómo digerir un futuro en llamas?

El Gobierno se esfuerza en convencer a la gente de que el anunciado incremento del gasto en Defensa no supondrá una retracción en los recursos destinados a política social, esto es, al bienestar de la mayoría, y en su argumentación alude a un misterioso fondo sin fondo, del que se pueden sacar los dineros sin que las cuentas del Estado sufran merma ninguna.
También se esfuerza, por si este primer esfuerzo resultara baldío y no convenciera gran cosa, en cambiarle el nombre al rearme, de suerte que la fortuna que cuesta, al no ir destinada a "Defensa", sino a "Seguridad", la supone más digerible para la ciudadanía. Por último, como Plan C si el A y el B no persuaden lo suficiente, el Gobierno también dice que, en realidad, esos miles de millones no son para comprar misiles, ni destructores, ni cazas, ni bombas, nada de eso, sino para tecnología en prevención de ciberataques, o, como mucho, para artilugios de guerra híbrida.
El Gobierno se esfuerza todo lo que puede, en fin, para edulcorar lo que, se esfuerce lo que se esfuerce, no puede dejar de ser insoportablemente amargo, la posibilidad de un conflicto bélico provocado por la Rusia de Putin que nos salpique, como, por lo demás, ya nos ha salpicado. Imposible endulzar la perspectiva de una guerra, que es la más espantosa, miserable y abyecta creación de los seres humanos, tanto más cuanto esa perspectiva no nace de un designio belicista propio de agresión, sino de una necesidad insoslayable de defenderse. Ningún ucraniano quiso nunca la guerra que destroza sus vidas y su país, y ahí siguen rodilla en tierra, pero no de rodillas porque, haciendo de tripas corazón, se defienden.
Nadie niega, excepto Podemos y VOX, que son más de entregar la cuchara, que España debe estar en condiciones de defenderse, y menos mal que en el marco de una coalición, la OTAN, que aunque maltrecha por la defección del socio más poderoso, algo nos ampara. Y pues casi nadie lo niega, sobran, aunque se agradecen, los esfuerzos del Gobierno para hacer digerir lo indigerible, esto es, la perspectiva de un futuro en llamas.